La ciudad de Nueva York tuvo que triplicar el sistema de refugios para atender la llegada de miles de personas a esta ciudad. «Actualmente, 35% de los migrantes en los albergues son venezolanos, hasta hace poco eran 40% de la población», afirma Molly Schaeffer, una funcionaria de la Alcaldía de esta ciudad. Sin embargo, el hecho de estar en este estado no libra a ningún ciudadano de la posibilidad de ser deportado
Fotos: Luna Perdomo
«Vine a Estados Unidos buscando mejor estabilidad para mis hijos. Tengo dos, al de siete años lo dejé en Venezuela, y al de tres lo traje conmigo. La situación en mi país está peor que antes», comenta Franlismar Sevilla, de 24 años de edad.
Desde las afueras del refugio Hall Street, en Brooklyn, la venezolana, originaria de Yaracuy, cuenta a TalCual que esta es su segunda migración; desde 2019 vivió en Perú, pero afirma que «la situación tampoco es buena, trabajaba más de 12 horas por solo $15 (al día)».
Al igual que Sevilla, Engler Pérez llegó a EEUU con el propósito de ayudar a sus dos hijos y a su madre que está enferma y siguen en Venezuela. «Quiero un buen trabajo, pero es difícil comenzar en Estados Unidos y tener éxito; no conozco a nadie», pronuncia este caraqueño, oriundo de El Cementerio, desde un refugio en la isla de Randall, en Nueva York.
Pérez vivía en Ecuador desde 2022, pero dice que huyó en busca de mejores oportunidades de vida porque «solo por ser venezolano era denigrado y señalado de ser sádico o violador».
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El gobernador de Texas, Greg Abbott, comenzó a enviar en el año 2021 a migrantes que cruzaban ilegalmente a Estados Unidos a distintas ciudades donde los funcionarios gubernamentales demócratas apoyan las políticas migratorias.
Nueva York fue una de estas ciudades elegidas y a diario se enviaban desde Texas aproximadamente 12 y 14 autobuses, en cada uno iban entre 48 y 52 personas y salían cinco días a la semana, explica Mario D’Agostino, subdirector municipal de Seguridad Pública de El Paso.
Por su parte, Manuel Castro, comisionado de la oficina de asuntos de inmigrantes de la Alcaldía de la ciudad de Nueva York, afirma que hace dos años recibían hasta 4.000 solicitantes de asilo en la ciudad cada semana, enviados desde Texas. Dice que en la actualidad solo están llegando unos 700.
D’Agostino asegura que la mayoría eran ciudadanos de Venezuela que no tenían quien los recibiera en Estados Unidos. Esta es la situación en que Franlismar Sevilla llegó a Norteamérica, impulsada por las redes sociales, pero sin una red de apoyo que le diera cobijo a ella y a su pequeño de tres años de edad.
La yaracuyana recuerda que emprendió el viaje a Estados Unidos con $1.900 y que en el paso por la selva del Darién, que rememora, no es fácil, un grupo de venezolanos la robó y la dejó sin comida: «Aguanté mucha hambre».
El funcionario de seguridad de Texas reitera que el envío de migrantes a Nueva York se coordinaba con las autoridades y que los viajeros abordaban el autobús y salían con alimentos para tres días. «No presionamos a la gente para que se fuese para allá, era su decisión», resalta, y agrega que los migrantes eran tratados de «manera justa». Sin embargo, Castro, comisionado de inmigración de la Alcaldía de Nueva York, sostiene que «muchos llegaron no por deseo, sino porque los mandaban sin consultarles» y desmiente a Mario D’Agostino: «Las autoridades de Texas mandaron a los migrantes sin ninguna coordinación».
Franlismar Sevilla anhelaba ir a Denver, Colorado, pero la mandaron a Nueva York porque supuestamente era más fácil hacer los trámites para solicitar asilo y conseguir un permiso de trabajo. Lleva cinco meses en esta ciudad y no ha podido trabajar ni la primera vez. «EEUU no es como lo esperaba, como lo pintan en las redes sociales, que uno llegaba y conseguía empleo rápido», lamenta.
La venezolana vive en un refugio y se siente impotente por no poder mandar nada de remesas a su casa. «Mi familia desde Venezuela me escribe para pedirme cosas que necesitan y no puedo mandar dinero», sostiene con la voz quebrada.
Más de 210.000 migrantes han llegado a Nueva York desde el año 2022, lo que ha aumentado la demanda de refugio en la ciudad. La mayoría busca asilo, pero mientras regularizan su estatus, las autoridades costean sus necesidades: en 2023, la ciudad de Nueva York pagó 1.450 millones de dólares en asistencia a los migrantes y hasta septiembre de este año el gasto de emergencia para los solicitantes de asilo ascendió a $1.300 millones.
El gasto más grande es para pagos de salud, hospitales, operar centros de respuesta y socorro de emergencia humanitaria, un centro de admisión central, seguido de los departamentos de servicios para personas sin hogar y servicios sociales para costos de refugio de emergencia.
«170.000 personas han solicitado asistencia en salud mental», dice el comisionado Manuel Castro, quien agrega que la gran mayoría «presenta trastornos emocionales» y asevera que todos los migrantes reciben atención integral con énfasis en salud, tanto física como mental; pero los inmigrantes lo refutan.
«Nada de chequeo de salud», asevera Saraí, una caraqueña de San Agustín del Sur que prefiere reservarse su apellido y que ya lleva cuatro meses en Nueva York. Migró desde Venezuela con tres de sus siete hijos (una de 19, otro de 13 y la más pequeña de seis años) «por la situación política y económica». Tiene un grillete en el pie que, afirma, le cierra las puertas al empleo y comenta que desconoce el motivo de su monitoreo con este aparato.
La idea de Saraí era llegar a Chicago, pero desde Texas la mandaron a Nueva York. Quiere ser repatriada porque está arrepentida de su viaje migratorio, pero los venezolanos no son devueltos a su país natal porque las relaciones entre Estados Unidos y Venezuela están rotas desde 2019. La opción sería devolverla a México, pero desde allí también están suspendidas las devoluciones a Caracas.
«Me violaron a mi hija de 19 años aquí en Estados Unidos y no pudimos hacer nada», afirma, al tiempo que enumera características negativas del refugio: se dan riñas entre los migrantes por rencores, ha habido varios apuñalados y hay venta de drogas. Admite que no es un buen espacio para que sus hijos crezcan.
Franlismar Sevilla tampoco ha recibido atención en materia de salud, pero indica que su niño sí la obtuvo como requisito para poder ingresar al sistema escolar.
La ciudad de Nueva York tuvo que triplicar el sistema de refugios para atender la llegada de miles de personas a esta ciudad. «Actualmente, 35% de los migrantes en los albergues son venezolanos, hasta hace poco eran 40% de la población», precisa Molly Schaeffer, directora de la oficina de operaciones para solicitantes de asilo de la Alcaldía de la ciudad de Nueva York.
Más de 200 hoteles fueron adecuados para recibir a migrantes de más de 160 países y, en coordinación con funcionarios de la Guardia Nacional, las personas son atendidas. En el punto máximo de llegada de personas, los albergues estaban colapsados. Actualmente, hay más de 61.000 migrantes entre todos los refugios.
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En The Roosvelt Hotel han recibido a más de 165.000 solicitantes de asilo y en el presente cobija a 3.000 personas, en su mayoría familias. El comisionado para la atención de migrantes Manuel Castro cuenta que cuando llegan se les da comida, cama y acceso a baños «para que tengan un momento para respirar después del largo trayecto».
En este hotel, la primera atención que reciben las personas es de salud y son vacunados para evitar un brote de enfermedades. Después se les hace entrega de suministros básicos de higiene personal, pañales para quienes llevan bebés y fórmulas maternas.
«La mayoría de los venezolanos dice que huyó por motivos políticos y referían que si ganaba la oposición (las elecciones presidenciales) regresarían a Venezuela», indica Molly Schaeffer.
El plazo máximo para que los migrantes estén en los refugios es de 30 días, que pueden ser prorrogables si no han encontrado un lugar para establecerse y si su situación lo amerita.
El caraqueño Engler Pérez está próximo a cumplir un mes en el refugio de la isla de Randall y espera que le extiendan su estadía en la carpa que hospeda a 1.000 hombres solos provenientes de cientos de países y donde asegura se viven hechos de violencia y hasta robo de pertenencias, pese a haber un manual con normas de convivencia.
Pérez está convencido de que en Estados Unidos hay oportunidades para los migrantes, pero condena que «muchos venezolanos vengan a hacer cosas malas y paguemos todos». Sin embargo, a sus connacionales que desean salir del país les recomienda pensar en otros destinos «para cumplir sus sueños; no todo es Norteamérica» y remata: «Espero que el presidente (Nicolás Maduro) se vaya de Venezuela por el bien de todos».
En otros espacios en Nueva York hay albergues para parejas, para niños no acompañados y para familias con hijos.
Los venezolanos Franlismar Sevilla, Saraí y Engler Pérez esperan que Estados Unidos les apruebe su asilo, pese a no cumplir con los requisitos para este derecho internacional; mientras aguardan por su cita con el juez de migración, anhelan un permiso de trabajo para generar ingresos y ayudar a sus familiares en Venezuela. No obstante, es necesario recordar que llegar a Nueva York no libra a los migrantes de la posibilidad de ser deportados; cada año unos 10.000 migrantes son expulsados de esta ciudad.
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