Los primeros días del mes de marzo del año pasado Tareck El Aissami, aún ministro de Petróleo y vicepresidente sectorial de Economía, tuvo profusa actividad. Al menos en Twitter (ahora X) y al menos hasta el día 10. Luego, una pausa, y el 20 publicó sus últimos dos mensajes en esa red social en la que acumuló nada menos que 57 mil 200 posts. «En virtud de las investigaciones que se han iniciado sobre graves hechos de corrupción en PDVSA; he tomado la decisión de presentar mi renuncia como Ministro de Petróleo, con el propósito de apoyar, acompañar y respaldar totalmente este proceso», escribió y de inmediato añadió: «De igual manera, en mi condición de militante revolucionario, me coloco a disposición de la dirección del PSUV para apoyar esta cruzada que ha emprendido el Presidente @NicolasMaduro contra los antivalores que estamos obligados a combatir, hasta con nuestras vidas”.
No se podía esperar otra cosa de quien se identificaba como “radicalmente chavista”. Pero vale la pena preguntarse después de esa declaración principista de apostar hasta su propia vida en la cruzada antivalores si se colocó a la disposición de la dirección del PSUV el día de sus últimas publicaciones o ya llevaba algunos días en ese trance, previo al inicio de la detención -al final del viernes 17 de marzo- de los hombres, y alguna mujer, de su grupo de estrechos colaboradores. ¿Habrá él aportado los nombres y las pistas en su “condición de militante revolucionario”? ¿Habrá podido negociar “hasta con nuestras vidas” el alejamiento del poder y de la escena pública sin cargos en contra ni juicio alguno aún siendo el máximo jerarca del área petrolera?
De la última imagen conocida de El Aissami se cumple hoy justamente un año. El lunes 6 de marzo de 2023 subió a su cuenta de Twitter cuatro fotos del encuentro que sostuvo con el director ejecutivo de la empresa rusa Rosneft,“el buen amigo Igor Sechin”, con quien él y el presidente de Petróleos de Venezuela (Pdvsa), Pedro Tellechea Ruiz, analizaron “las perspectivas del mercado petrolero mundial y los desafíos comunes de nuestras empresas”. Tellechea había sido designado en enero al frente de Pdvsa. El mismo 20 de marzo sustituyó en el ministerio al “renunciante” El Aissami.
Es un camino oscuro, y se anda a tientas, tratar de explicar y poder entender la “desaparición” -¿forzada, negociada?- de esa figura siempre en ascenso en la nomenclatura oficial que fue Tareck El Aissami. De buen porte, fácil sonrisa y quizás no tantas luces como algunos le reconocen, desde 2006, cuando salió electo diputado por su estado natal, Mérida, hasta que se produjo su caída en marzo del año pasado, desempeñó los cargos de ministro de Relaciones Interiores y Justicia, gobernador del estado Aragua, Vicepresidente Ejecutivo del país, ministro de Industrias y Producción Nacional y ministro de Petróleo. Un tránsito en el que acumuló inmenso poder y tras ser cercano y ficha de Diosdado Cabello en algún momento se abrió por su cuenta. “Formó familia propia”, cuenta un conocedor de la vida interna del Psuv y de lo que considera “frágiles lealtades”.
De procedencia de un clan sirio-libanés comprometido políticamente -su padre Carlos Zaidam El Aissami habría sido jefe de la sección venezolana del partido Baaz Árabe-, Tareck El Aissami fue un muy activo dirigente estudiantil, presidente del centro de estudiantes de Derecho de la Universidad de Los Andes (ULA) y luego de la Federación de Centros de esa casa de estudios donde se graduó de abogado y criminólogo a los 31 años de edad. Se movía en grupos de izquierda sin vínculos orgánicos con organizaciones nacionales, aún animados por la lejana y trillada épica de la aventura guerrillera de los años 60. La ULA siempre fue un área de influencia del PRV (Partido de la Revolución Venezolana), del célebre guerrillero Douglas Bravo, con quien se vinculó Adán Chávez, el hermano mayor de Hugo Chávez. El Aissami conoció y trató a Adán Chávez cuando éste era docente en la ULA.
Cita en Caracas
Marzo de 2023 estaba señalado en rojo en la agenda de la “revolución bolivariana”. El día 5 se conmemoraban los 10 años de la muerte de Hugo Chávez. Además de los actos protocolarios, se organizó un encuentro “de carácter mundial” -con la presencia de 147 delegados de 55 países- para revisar la “vigencia del pensamiento bolivariano” del comandante fallecido. Cuba envió una potente representación encabezada por el general de ejército y “líder de la revolución cubana” Raúl Castro, ya de 91 años, con achaques de salud y al que rara vez, según medios que siguen el día a día de Cuba, se le veía en algún evento dentro o fuera de su país, salvo esporádicas reuniones privadas.
Con Castro viajaron el primer ministro Manuel Marrero Cruz, el “histórico comandante” Ramiro Valdés -quien ya había estado en febrero en Caracas para evaluar los avances del Convenio Integral de Cooperación entre los dos países-, el canciller Bruno Rodríguez, el ministro de Energía y Minas Vicente de la O Levy, el de Salud Pública José Ángel Portal Miranda, y un par de viceministros. El recibimiento en Maiquetía lo hizo la vicepresidenta sectorial de Ciencia, Tecnología, Educación y Salud, Gabriela Jiménez, junto con el embajador cubano en Venezuela Dagoberto Rodríguez. Excesiva discreción ante la llegada del líder real del aliado de más peso del régimen. El presidente cubano Miguel Díaz-Canel se quedó en la isla para recibir al director de Rosneft, antes de la reunión de éste con El Aissami.
¿Se desplazó Castro a Caracas tan sólo para dar un breve discurso de anécdotas y recuerdos compartidos por él y su hermano Fidel con el “compañero” Hugo Chávez?
¿Es posible pensar que Cuba estaba ajena a lo que ocurría en la industria petrolera venezolana, mientras constaba el declive de los envíos de crudo a la isla? En enero de 2023 las refinerías cubanas solo recibieron 39.775 barriles diarios de petróleo, contra 57.500 de diciembre.
Una nota del diario Granma -órgano oficial del Comité Central del Partido Comunista de Cuba- del 6 de marzo de 2023 refleja el seguimiento que hace de la delegación enviada a Caracas y consigna algunos datos reveladores de la presencia cubana en Venezuela. Aquel día el primer ministro Marrero Cruz sostuvo una reunión con la vicepresidenta Delcy Rodríguez, la titular de Salud Magaly Gutiérrez Viña y, por supuesto, Tareck El Aissami. Lo que trataron fue la actualización del convenio de cooperación firmado por Chávez y Fidel 22 años antes. Y precisa Granma: “lo que ha traído (o llevado, es lo mismo) a la nación sudamericana el aporte solidario de 260.000 cubanos, integrados en diferentes misiones. El saldo de dichos nexos puede resumirse en más de 1.480 proyectos conjuntos en sectores estratégicos como la salud, la educación, la cultura, el deporte y el área energética, entre otros”.
El “entre otros” es materia reservada y, obviamente, incluye los servicios de inteligencia donde Cuba tiene experiencia comprobada. Tan pronto como a fines de marzo (¡qué mes!) de 1959 los barbudos recién llegados al poder crearon el G2, con el objeto de “enfrentar y penetrar organizaciones contrarevolucionarias” que aún no existían para la fecha, por si las moscas. La Dirección de Inteligencia cubana, como también se le conoció, tiene un largo historial de actuaciones tanto en la isla como en países del extranjero, particularmente latinoamericanos, bajo la atenta mirada inicial del KGB soviético.
Un cuarto de millón de cubanos con presencia en Venezuela a lo largo de lo que va de este siglo permite confirmar la tesis del analista y escritor venezolano Moisés Naím -exministro de Industria y Comercio en el segundo gobierno de CAP- en el sentido de que Venezuela es “una nación ocupada por una potencia extranjera”, lo que ha vuelto a señalar en una reciente entrevista publicada en el diario chileno El Mercurio. De acuerdo con Naím, para quien explicar el mundo de hoy es su principal ocupación, «Cuba controla en el país muchos aspectos neurálgicos: la economía, la inteligencia, la política, las finanzas, los negocios. Venezuela está simplemente capturada, manipulada y utilizada por Cuba, que está haciendo lo que estados que ocupan a otros estados normalmente hacen: saquear”.
Por tanto, sería iluso imaginar que lo que estaba por ocurrir, días después de la partida de la nutrida delegación cubana, fuera un mérito del régimen venezolano, como lo presentaron sus voceros más conspicuos de Maduro a su afectado fiscal poeta Tarek (sin la c) William Saab, quien reclamó glorias para su labor contra esos personajes del “inframundo” protagonistas de una red de corrupción en Petróleos de Venezuela.
Un artículo en el sitio web de la Fiscalía venezolana con fecha 23 de marzo del año pasado da cuenta de los primeros 21 raspados en la operación “caiga quien caiga” en el caso Pdvsa-Crypto, en la que brilla por su ausencia el nombre de Tareck El Aissami. Que sí aparece, en cambio, en una nota de Granma, fechada en Caracas el 22 de marzo, un día antes que la de la atenta fiscalía local, en la que señala: “Una suerte de sismo anticorrupción ocurre en esta nación, una vez publicados los actos corruptos, frente a los cuales Tareck El Aissami decidió renunciar a su cargo de ministro de Petróleo, y apoyar las investigaciones en curso contra los infractores de la legalidad”. Nada más típico en la historia de estas revoluciones tan poco creyentes que estos actos de contrición y disposición plena a colaborar. Y Granma no pierde el detalle.
“Sé lo que hacen, dónde lo hacen y cómo lo hacen”
La trama descubierta en Petróleos de Venezuela con ramificaciones en el poder legislativo y el judicial supuso una pérdida para el país, según el portal ArmandoInfo, de entre 16.000 y 21.000 millones de dólares. Tres meses después de su conocimiento público se sabía, según un resumen de Transparencia Internacional, que se habían practicado 61 detenciones -10 de ellas sin identificar-, la mayoría ligadas al desfalco estatal y una porción menor relacionada con el sistema de justicia, la Corporación Venezolana de Guayana y algunas alcaldías.
La Fiscalía, con el secretismo que se le conoce, no ha informado del monto del daño patrimonial causado, ni tampoco sobre los procesos que se siguen contra los imputados que, según opiniones muy escuetas de familiares de algunos de los detenidos, reflejan las características de la justicia venezolana, padecidas por opositores o por exfuncionarios públicos o vinculados al régimen: retardos y abusos procesales. Sobre Tareck El Aissami ni una palabra, como si nunca hubiera existido.
La profundidad de ese “sismo” al que se refiere Granma es un misterio. “Esto no tiene antecedentes”, comenta un profesor universitario que tuvo simpatías por el chavismo. “Lo de El Aissami mostró para muchos, que se negaban a ver, la magnitud de la corrupción”, añade. El exchavista cree que fue el desenlace una disputa interna “por el desnudo poder o por el botín”. O la mezcla de ambos asuntos, porque como anota Naím en el texto señalado, es una idea caduca creer que el “crimen organizado” está fuera del gobierno. Es difícil establecer límites entre el apetito del poder y el de los recursos, porque se retroalimentan en una estructura esencialmente corrupta. “El crimen organizado es el gobierno”, sentencia Naím.
¿Puso en peligro el poder acumulado por Tareck El Aissami y sus documentados y vigilados vínculos con Irán y Hezbolá la permanencia de Nicolás Maduro al frente del régimen? Esta nota aborda los vínculos del exministro petrolero con Irán y lo señala como el hombre con más poder en el gobierno de Maduro “dar todo tipo de asistencia encubierta en el transporte subterráneo de personas, dinero y bienes ilícitos” de Hezbolá y la revolución iraní.
¿Afectó ese poder de El Aissami las relaciones de Cuba tanto con Venezuela como con Irán? Son preguntas, desafortunadamente, sin respuesta. Pero el “sismo” existió y traumatizó al liderazgo chavomadurista que salió a la calle a exponer su cruzada de limpieza y reiterar que tal cosa los hacía más fuertes. Una pregunta más: cuánto habrá pesado ese “sismo” en la desventura política que el régimen padeció a lo largo de 2023 con, primero, la primaria opositora y, luego, con el fallido referendo del Esequibo que expuso su alejamiento de las masas populares.
Una pista del calado del trauma interno la ofreció Nicolás Maduro en abril de 2023 en la alicaída celebración de los 10 años de su elección. El mandatario pidió mayor despliegue de las unidades militares en todo el país, también de la Policía Nacional Anticorrupción y de la Dirección General de Contrainteligencia Militar. “Estamos más fuertes”, afirmó, ante una audiencia de funcionarios, empresarios cercanos y dirigentes y militantes del partido oficial.
Una fuerza -siguió- que le permitiría enfrentarse a los que se opongan desde fuera del régimen “y desde dentro”. Y luego Maduro señaló uno por uno a los gobernadores socialistas, los mencionó por su nombre, les hizo algún cariño envenenado, les reclamó cierta confusión pasajera y, subiendo la voz, les lanzó una clara amenaza: “Yo les hago seguimiento a todo lo que hacen, sé lo que hacen, dónde lo hacen y cómo lo hacen. Sé todo de ustedes. A qué hora duermen, a qué hora comen, qué comen. Todo lo sé”.
¿Lo sabían todo? ¿Desde cuándo conocían lo que El Aissami podía estar tramando?
¿Si lo sabían todo por qué no actuaron antes de que se produjera un desfalco de las proporciones que han trascendido? ¿Quién será el próximo?
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