Pete Rose es una gran leyenda del beisbol. Lamentablemente, el lunes falleció en su residencia en las afueras de Las Vegas por una deficiencia cardiaca, causando una gran consternación en el mundo deportivo. Apenas el domingo estuvo en Nashville y firmó autógrafos para los fanáticos junto con sus famosos compañeros del Cincinnati, la Gran Maquinaria Roja, Tony Pérez, Ken Griffey, George Foster y David Concepción.
Es imposible remontarse al beisbol de los años 60, 70 y 80 sin nombrar a Pete Rose. Era conocido por su número 14 en el uniforme y quién sabe cuántos niños y adultos todavía utilizan ese número en su honor. El 14 más famoso de la historia del beisbol, a no dudarlo. Un jugador asombroso bateando a ambos lados del plato, corriendo las bases y deslizándose de cabeza en cualquier almohadilla. Jugó primera base, segunda base, tercera base, jardinero izquierdo y jardinero derecho en al menos quinientos encuentros en cada posición. En su larga carrera de 24 años iniciada en 1963 ganó tres títulos de Serie Mundial, dos con los Rojos de Cincinnati en 1975 y 1976, y uno con los Phillies de Filadelfia en 1980. El primer triunfo de los Phillies en su historia. Luego jugó brevemente con los Expos de Montreal para terminar su carrera en Cincinnati en 1986 como mánager jugador y luego como mánager hasta 1989. Que sepamos es el último en ocupar el doble rol de mánager jugador en las Grandes Ligas. También estuvo con los Leones del Caracas en el beisbol invernal de Venezuela en la temporada 1964-65 con una destacada actuación con el bate y desde luego los fanáticos de ese equipo lo tienen como un jugador insignia.
Rose nació y creció en la ciudad de Cincinnati en Ohio. Qué más podía pedir una ciudad del Medio Oeste norteamericano que tener a uno de los suyos jugando en su emblemático equipo. Un joven de la clase trabajadora que llegó a lo más alto en un oficio altamente competitivo. Recordemos que los Cincinnati Red Stockings de 1869 son por lo general considerados como el primer equipo profesional de beisbol, lo cual nos da una idea de la importancia que ha tenido el beisbol en esa ciudad.
Su desempeño, intensidad y carisma ayudaron a mantener al beisbol en el tope de la popularidad en los tiempos en que era el primer deporte en los Estados Unidos por encima de cualquier otro. Rose era de uno de esos personajes dueños de la escena dentro y fuera del terreno. Con su mezcla de arrogancia y arrojo, características que eran tan o más importantes que su gigantesco talento y condiciones físicas, lo llevaron a ser probablemente el jugador de beisbol más famoso de su época. En el terreno de juego era una especie de fajador como esos que se suben al ring de boxeo y no rehúyen el combate en ninguno de los rounds. Para él lo importante siempre fue jugar y ganar a toda costa. Hay que ver el video del Juego de Estrellas de 1970 cuando se llevó por delante al receptor Ray Fosse de los Indios de Cleveland en el home para anotar la carrera de la Liga Nacional, ganar el juego en extra innings y fracturarle el hombro a Fosse. Se trata de una de las jugadas más polémicas de ese deporte por el ímpetu mostrado por Rose en el choque.
Ahora vendrán los elogios de propios y extraños sobre su inmenso legado deportivo. Sus detractores tendrán que contenerse en sus críticas por sus conocidos problemas de apuestas y su suspensión de por vida en estos momentos en los que el mundo deportivo guarda luto por un viejo ídolo caído. El debate sobre su inclusión en el Salón de la Fama tendrá que ser retomado luego de años de estar Rose sometido al ostracismo. Si tenemos que pronunciarnos diremos que un jugador que bateó la descomunal cifra de 4.256 hits tiene que estar en Cooperstown, no como un homenaje póstumo sino como reconocimiento legítimo a una carrera más que excepcional. Los fanáticos que viajan a Cooperstown en Nueva York agradecerían ver su placa allí en la galería de los inmortales del beisbol de Grandes Ligas. Los que hemos ido a ese maravilloso lugar nos extrañamos de no poder ver su placa.
Es asombroso que por el beisbol de Grandes Ligas han pasado más de 20.700 jugadores desde la fundación de la Liga Nacional en 1876 y que apenas dos de ellos, Pete Rose y Ty Cobb, superen la barrera de los 4.000 inatrapables. Para estar más claros de sus hazañas en el campo, hay que decir que Rose todavía es líder en juegos jugados con 3.562, veces al bate con 14.053 y sencillos con 3.215, aparte de muchas otras distinciones.
Por lo menos fue electo aunque tardíamente al Salón de la Fama de los Rojos en 2016 con el retiro de su número, y desde el año siguiente se puede ver su estatua de bronce en las afueras del Great American Ball Park en Cincinnati construido en el mismo sitio donde se encontraba el recordado Riverfront Stadium, lugar en que jugó la Gran Maquinaria Roja liderizada por Rose, junto a Joe Morgan, Jonny Bench, Tony Perez, George Foster, David Concepción, Ken Griffey, y Cesar Geronimo, entre otros.
Pete Edward Rose será siempre recordado en el beisbol y nadie que revise sus sorprendentes números como jugador podrá decir que no está en una categoría superior, exclusiva para un grupo de notables.
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