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El impacto del miedo a las redadas migratorias en la construcción de DC: Proyectos parados y costos al alza

Las políticas migratorias del expresidente Donald Trump provocaron un terremoto en la industria de la construcción en Washington DC. El miedo se apoderó de muchos trabajadores, quienes dejaron de presentarse en los sitios de obra, según contratistas que hablaron con Axios. ¿El resultado? Proyectos paralizados, costos disparados y plazos que se alargan como chicle.

Obreros ausentes, proyectos en pausa

La falta de trabajadores está poniendo en jaque a los contratistas de DC, quienes ahora enfrentan un dilema: ¿seguir licitando proyectos en la capital o buscar refugio en Maryland y Virgnia? «¿Cómo se va a construir el salón de baile de Trump?», ironizó un contratista, reflejando la frustración generalizada.

Una industria que depende de los inmigrantes

La construcción en Estados Unidos se sostiene, en gran medida, gracias a trabajadores de América Central y del Sur, muchos de ellos indocumentados. Pero el endurecimiento de las políticas migratorias está pasando factura. Según una encuesta de la Associated General Contractors of America, casi un tercio de las empresas constructoras reportaron impactos negativos por las redadas y controles migratorios. Y como si eso no fuera suficiente, el 92% de las compañías admitió que contratar personal se ha convertido en una misión imposible.

Estrategias de supervivencia: el ingenio frente al miedo

El temor a ser detenidos por las autoridades migratorias obligó a los trabajadores a cambiar sus rutinas. Ya no conducen camionetas con escaleras, evitan el transporte público y hasta comparten autos para pasar desapercibidos. Ir a Home Depot o Lowe’s por materiales, algo tan cotidiano, ahora es un riesgo que muchos no están dispuestos a correr.

Incluso los contratistas están tomando precauciones. Un empresario de Maryland dejó de colocar letreros de su compañía en los sitios de obra en DC, temiendo que estos actúen como un imán para las autoridades. Mientras tanto, en Virginia, un contratista reportó que dos de sus trabajadores fueron detenidos; uno fue deportado y el otro, simplemente, desapareció del radar.

La postura oficial: ¿justificación o excusa?

Desde el gobierno, las autoridades niegan que exista un enfoque discriminatorio en las redadas. Tricia McLaughlin, portavoz del Departamento de Seguridad Nacional, aseguró que «lo que hace que alguien sea objetivo de las autoridades migratorias es estar ilegalmente en los Estados Unidos». Por su parte, Abigail Jackson, portavoz de la Casa Blanca, defendió las operaciones en DC, argumentando que muchos de los inmigrantes arrestados tenían antecedentes penales o órdenes de arresto pendientes.

Sin embargo, las cifras cuentan otra historia. Según CBS, casi el 40% de los más de 3,500 arrestos realizados durante la ofensiva migratoria de Trump en DC, hasta el 29 de septiembre, estuvieron relacionados con temas de inmigración. Este dato subraya la magnitud de las redadas y su impacto directo en la fuerza laboral de la construcción.

A pesar de las declaraciones oficiales, los temores en la comunidad no han disminuido, y la perpectiva de ser blanco de las autoridades sigue creciendo.

El miedo no discrimina

Aunque las redadas apuntan a inmigrantes indocumentados, el miedo no distingue estatus migratorio. Muchos trabajadores latinos temen ser detenidos simplemente por su apariencia o su acento. La incertidumbre y la paranoia se han convertido en compañeros de trabajo no deseados.

El impacto en el bolsillo y el desarrollo

La tormenta perfecta está aquí: tarifas, inflación y ahora una crisis laboral que amenaza con encarecer aún más los proyectos de construcción. Los consumidores sentirán el golpe en sus bolcillos, mientras los plazos de entrega se alargan y el desarrollo de DC pierde ritmo. En una ciudad que ya lucha por recuperarse tras la pandemia, esta crisis no podría llegar en peor momento.

La industria de la construcción en Washington DC está atrapada en un callejón sin salida, donde el miedo y las políticas migratorias han puesto en jaque a trabajadores y contratistas por igual. Si la situación no cambia, los proyectos seguirán acumulando retrasos y costos, afectando no solo a los desarrolladores, sino también a los consumidores y a la economía local.

El reloj avanza y la pregunta sigue en el aire: ¿quién dará el primer paso para romper este ciclo? Porque, al final, sin trabajadores no hay ladrillos, y sin ladrillos no hay ciudad.

rpoleoZeta

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