Si hace un año nos hubieran dicho que hoy tendríamos el viento a nuestro favor, algunos hubiesen dicho que era irreal. Para algunos, era imposible tener una líder nacional recorriendo el país, un candidato unitario ganador y “potable”, unos partidos políticos enfocados en lo electoral, un país entusiasmado y una dictadura que no termina de actuar.
Siendo que el hoy sorprende, me detuve a reflexionar en aquello que lo hizo posible. Y, este artículo, va por ahí. Es un acercamiento inicial y personalísimo a la construcción política que dio como resultado el panorama actual.
Antes de avanzar, debo hacer dos precisiones.
Primero, sobre mis motivaciones. Percibo que podemos estar en puertas de un momento estelar en nuestra historia política. En tal sentido, este relato es una pequeña contribución a nuestra memoria reciente.
Segundo, sobre su alcance. Estos párrafos son un abrebocas. Lejos de querer agotar el tema, es una primera aproximación. Está escrita en caliente y de manera inconclusa; es una historia que está en desarrollo. Ciertamente, tiene sesgos propios y es mi mayor deseo que otros se animen a complementarla.
Dada la extensión del texto, he decidido dividirlo en dos entregas. La primera, aborda las primarias y el periodo de postulaciones de la candidatura presidencial. Y, la segunda, la candidatura de Edmundo González Urrutia y reflexiones finales. Esta es la primera entrega.
Este relato comienza el 22 de octubre. Sin duda alguna, las primarias fueron un parteaguas, un antes y un después. Recordemos los meses que le antecedieron. Hubo incertidumbre y peligros. Estamos en dictadura. Lo que en democracia es normal, en dictadura es un acto de heroísmo.
Recuerdo dos realidades contrapuestas. Por un lado, el país trabajando en unidad. La Comisión Nacional de Primaria, presidida por el Dr. Casal, hilando fino para superar obstáculos y lograr que nos expresáramos. Los militantes de los partidos políticos arremangados y echando pa lante. Y, los venezolanos, sigilosamente animados.
Del otro lado, algunos coincidían en sus malos presagios. Para ellos, el fracaso era inminente e indetenible. Esos días, escuchábamos pronósticos así: “Nadie va a salir a votar”; “Va a ser una chapuza”; “Vamos al caos”… pero, nada de eso ocurrió.
El primer país, el que trabajaba en silencio y silenciado, estaba censurado. Mientras tanto, el segundo país, el de pronósticos reservados, abría y cerraba espacios en radio y televisión. Quizás, por eso, el régimen se equivocó y permitió la elección. Creyeron que los malos presagios eran ciertos y apostaron a ellos. Sin embargo, la realidad fue distinta. Las primarias fueron un evento ciudadano sin precedentes y ocurrió lo que se pensaba que era imposible.
Las primarias movieron las placas tectónicas políticas del país. El régimen se descubrió vulnerable. Ese domingo por la tarde, constató los límites de sus mecanismos de control social y de sus fuentes de información. Ese domingo por la tarde, la oposición se reconoció fuerte y unida. Nos reencontramos en las urnas y recordamos que somos capaces de triunfar. Además, ese país grande, noble y trabajador trascendió a los partidos políticos y dejó claro que quiere democracia. Fue un terremoto que aún hoy tiene réplicas.
Después de la primaria, vino un periodo de acoplamiento político. Entre noviembre y marzo, la oposición se ocupó de superar obstáculos y permanecer firmes en la ruta de la unidad y el voto. Fueron meses difíciles. El régimen se esmeró en poner todo tipo de trabas.
Veamos lo que pasó. En las primeras de cambio, se inició un proceso de ampliación e inclusión de fuerzas en el Comando por Venezuela. Por diversas razones, que no describiré en este artículo, este proceso es y ha sido difícil. Hay razones humanas, políticas y psicológicas que lo explican. De hecho, me atrevo a decir que seremos un caso de estudio para los científicos sociales que investigan coaliciones democráticas en entornos autoritarios.
Por eso, en esta oportunidad solo diré que gestionar una coalición de once fuerzas políticas en un contexto hostil es exigente y requiere creatividad. No existen manuales ni fórmulas preestablecidas. Por eso, seguramente se han cometido y se seguirán cometiendo desaciertos. Pero, muy a pesar de ellos, hasta el momento, hemos podido alcanzar los objetivos que nos hemos planteado.
Desde el principio, la prioridad fue trabajar por la habilitación de María Corina Machado, ganadora de las primarias. Era lo lógico. Sacó más del 90% de los votos. Es la líder de la oposición. Presión de calle, negociación con el régimen, presión internacional y recurso ante el TSJ… Se hizo todo lo necesario. Sin embargo, no se logró su habilitación.
Mientras esto pasaba y a medida que nos acercábamos a la fecha límite de la postulación de la candidatura presidencial, aumentaba la incertidumbre y la persecución. Y, junto a esa presión, volvieron los malos augurios. Quienes meses antes alertaron sobre el fracaso de las primarias, salieron a dar nuevos pronósticos. Las primeras predicciones referían el riesgo inminente de la abstención. “María Corina no va a poner un sustituto”, “la señora nos va a dejar sin opción”, decían.
Sin embargo, cuando comenzó el periodo de postulaciones ocurrió lo contrario. María Corina Machado reunió a la Plataforma Unitaria Democrática y le propuso una sustituta: la Dra. Corina Yoris. Los diez partidos políticos que la integran avalaron la candidatura. En una rueda de prensa unitaria e inspiradora, Omar Barboza y María Corina Machado le anunciaron al país que teníamos candidata unitaria para el próximo 28 de julio.
Pasaron las horas y el régimen mantenía bloqueada la candidatura de la Dra. Yoris. Volvieron los malos augurios; ahora, con una nueva teoría: la candidatura potable. Sostenían que la dictadura solo permitiría la inscripción de una opción que contara con la venia del régimen. Y, por eso, se debería descartar a la Dra. Yoris e inscribir a alguien con esas características.
Esta teoría indicaba que el camino de “unidad y voto” era inviable. Proponían que, si el candidato era unitario, dejaba de ser potable. Por eso, la unidad entre María Corina Machado y los partidos de la Plataforma debía ser sacrificada para mantener la ruta electoral. Un analista lo resumió así: “deben pasar de unidad y voto a voto y cambio… deben ser realistas, la unidad no será posible”.
Los teóricos de la potabilidad dejaban de lado lo que mostraban todos los estudios de opinión. “Hasta un perro callejero puede derrotar en las urnas a Nicolás Maduro”, decían. El tiempo y el devenir de los acontecimientos han demostrado su error. Sin embargo, en ese momento, su postura fue vehemente y elevó la tensión.
Así llegamos al 25 de marzo. Ese día, a las 12 de la noche, cerraba el periodo de postulaciones. Pasaban los minutos… y el sistema no dejaba inscribir a la Dra. Corina Yoris. En simultáneo, rumores iban y venían. Se decía que si no inscribíamos a un candidato potable en la tarjeta de la Mesa de la Unidad Democrática, perderíamos la tarjeta y, con ella, la opción electoral.
También eran horas de las negociaciones al detal. Quienes estaban en contacto informal con el régimen, aseguraban lo siguiente: “el régimen solo dejará inscribir a Manuel Rosales como candidato unitario”; “el régimen no va a dejar inscribir a Manuel Rosales en la tarjeta de Un Nuevo Tiempo si no lo hace antes en la tarjeta de la MUD”; “Vamos a dejar al país sin elección”…
Doce en punto. Finalizó el periodo de postulaciones. El Consejo Nacional Electoral no permitió la inscripción de la candidatura presidencial de la Dra. Corina Yoris. Y, según versiones oficiales, en el último minuto se permitió la inscripción de la candidatura presidencial del gobernador Manuel Rosales en las tarjetas de Un Nuevo Tiempo y del Movimiento Por Venezuela. La tarjeta de la Mesa de la Unidad quedó vacante, sin candidato.
La situación era extremadamente tensa y delicada. Sin candidato inscrito en la tarjeta de la MUD, la elección presidencial del 28 de julio perdía sentido político para todos, especialmente para el régimen. Sin el concurso de la oposición real, el evento electoral no serviría a quienes apostaban -y apuestan- a un proceso que pueda servir para legitimar a la dictadura en el poder y aliviar sanciones económicas.
Ante este riesgo, el régimen decidió abrir una pequeña ventana que supimos aprovechar. Avisó a los representantes de la Mesa de la Unidad Democrática que se le permitiría inscribir un “candidato tapa”. Este término es informal; no existe en nuestra legislación electoral. Es un modismo político que refiere a un candidato provisional que podrá ser sustituido por uno definitivo. Sin duda alguna, la comunidad internacional fue decisiva para abrir este resquicio.
Comenzó entonces la búsqueda del candidato tapa. Era una tarea difícil. Quien aceptara serlo, aún en condición de provisionalidad, enfrentaría persecusión. Además, debía ser una persona que cumpliera con los requisitos establecidos en la ley. De esta manera, apareció el nombre de Edmundo González Urrutia.
El embajador González Urrutia figuraba en los documentos constitutivos de la Mesa de la Unidad Democrática como presidente de la organización. La razón es sencilla. Hace más de diez años, él participó en el proceso de inscripción de la tarjeta ante el Consejo Nacional Electoral. De esta manera, los representantes de la Plataforma Democrática Unitaria le propusieron ser el candidato tapa y él lo aceptó.
Fin de la primera parte.
La opinión emitida en este espacio refleja únicamente la de su autor y no compromete la línea editorial de La Gran Aldea.
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