El empresario paisa que ha revolucionado el mercado colombiano de motos: 20 años de AKT Motos y su crecimiento imparable
Manuel Santiago Mejía fundó la empresa hace más de 20 años con la que ha logrado competir contra las grandes empresas extranjeras que no tenían rival.
El tráfico en ciudades y pueblos de Colombia se ha convertido en una gran jungla de motocicletas de todos los cilindrajes que pelean por las escasas vías. Las cifras del aumento en ventas lo dicen todo. El crecimiento ha sido exponencial desde hace veinte años, cuando empezaron a ensamblarse las motos en el país y se volvieron accesibles casi para cualquier bolsillo. Se popularizó el dicho: “le vendo la moto con la cédula”. Y efectivamente, es la primera opción de cualquiera con un pequeño ingreso que busca autonomía para movilizarse. Y el golpe lo dio AKT Motos, la ensambladora creada por el conocido empresario antioqueño Manuel Santiago Mejía, cabeza del grupo Corbeta.
En los primeros seis meses de 2025, el mercado de las motocicletas volvió a sorprender. Las cifras oficiales mostraron un aumento del 32,3% en las matriculaciones de motos nuevas, lo que se tradujo en más de medio millón de unidades vendidas en todo el país. Yamaha encabezó la lista, seguida muy de cerca por Bajaj, pero lo más llamativo fue el tercer puesto: una marca nacional, AKT Motos, logró matricular 80.603 unidades, con un crecimiento del 27% frente al mismo periodo del año pasado. Para un sector dominado durante décadas por gigantes japoneses e indios, que una compañía colombiana se mantenga en el podio es un hecho que habla de constancia, visión y resiliencia.
La planta de AKT fue fundada en 2004 por la familia Mejía, propietaria del grupo Corbeta.
Ese lugar de privilegio no se entiende sin la figura de Manuel Santiago Mejía, la cabeza del grupo familiar Corbeta que apostó hace dos década a fabricar y vender motocicletas con sello colombiano. La historia de la tercera marca más vendida del país comenzó en 2004, cuando con el músculo económico del Grupo Corbeta de la familia Mejía –entonces socios importantes del Éxito y varias empresas del GEA y propietarios de AlKosto y KTronics–, decidieron incursionar en un terreno que parecía reservado para marcas con tradición internacional. En aquel entonces, Honda, Yamaha y Suzuki se repartían el mercado como señores indiscutibles. La idea de crear un competidor nacional sonaba, como mínimo, descabellada. Pero la osadía se convirtió en estrategia, y nació AKT.
La idea empezó con 7 empleados. Y la primera moto ensamblada totalmente en Colombia salió de aquel taller en abril de 2004. Poco a poco, con pedidos ya hechos, la planta se fue quedando pequeña. El primer año vendieron 3.350 motos. El segundo año se llegaron a casi 20 mil unidades vendidas. Y el tercero fue de ensueño, con más de 70 mil unidades rodando por las calles.
Los precios de AKT y las facilidades de compra gracias a créditos fáciles por la unión de Bancolombia como entidad financiera aliada. Así, AKT se hizo más accesible que las marcas japonesas, abriéndole la puerta a miles de colombianos que hasta entonces veían la moto como un sueño costoso.
Aquel impulso inicial parecía no tener freno, hasta que en el cuarto año una realidad que vieron venir los golpeó. Los repuestos comenzaron a escasear, los talleres se quedaban cortos y los clientes, que al principio celebraban tener una moto propia, empezaron a sentir que estaban solos en la postventa y las ventas comenzaron a disminuir por la desconfía. Ese año solo llegaron a 30 mil unidades, menos de la mitad de lo que ya habían vendido.
Aquella crisis marcó un antes y un después. Manuel Santiago Mejía, economista de la Universidad de Antioquia con una maestría en administración de la Universidad de South Illinois y una gran tradición empresarial heredada de su padre, Santiago Mejía Olarte LINK, un ícono para los antioqueños, comprendió que vender una moto era apenas el comienzo del viaje: lo importante era acompañar al dueño durante todo su recorrido. Por eso, impulsó la creación de una red de servicios posventa sólida, con miles de talleres y almacenes en todo el país, capaces de garantizar repuestos y soporte técnico en cada esquina. También montó almacén en China, de donde vienen la mayoría de repuestos. Fueron estas estrategias las que devolvieron la tranquilidad a los clientes y permitieron a la marca recuperar el terreno perdido.
Ese movimiento le permitió a la marca recuperar su terreno. Hoy, AKT cuenta con más de 4.000 almacenes y talleres aliados, y sus modelos, como la NKD 125, se convirtieron en referentes de la movilidad urbana y rural.
El sentido de la oportunidad y el olfato comercial de Manuel Santiago Mejía, heredado de su padre, quien había hecho fortuna con una distribuidora y comercializadora de textiles con sede en Medellín que se convirtió en la génesis del Éxito y fundador de Corbeta, hoy el gran holding familiar, fue el motor de la exitosa propuesta que compitió con las grandes ligas del mundo de las motos.

En el primer semestre de 2025, la venta de motos aumentó más de un 32%.
Lo que distingue la gestión de Mejía no es solo la capacidad de manejar un conglomerado, sino la insistencia en darle a Colombia un lugar en una industria en la que casi siempre se juega de visitante. Crear una marca propia de motocicletas fue un acto de confianza en el mercado local, pero también una forma de mostrar que Antioquia y el país podían construir algo más que historias de ensamblaje de productos extranjeros. Dos décadas después, las cifras parecen darle la razón.
En el camino, AKT no solo vendió motos: generó miles de empleos, impulsó cadenas de proveedores locales y se convirtió en un actor clave en la movilidad de miles de familias. En las calles de Bogotá, en los caminos destapados del Eje Cafetero o en los corredores viales de la Costa, siempre hay una AKT rodando. Esa presencia cotidiana es quizás el mayor triunfo de un proyecto que arrancó con dudas y terminó con reconocimiento.
Mientras marcas extranjeras como Yamaha y Bajaj siguen dominando estos meses del año en ventas, la marca de los Mejía avanza con paso seguro, demostrando que en ese camino también hay espacio para una propuesta nacida y hecha en Colombia. Durante 20 años, AKT ha resistido la presión de competidores más poderosos y se ha convertido en una marca de peso, estable y ya con clientes fieles. Y detrás de ese logro están los Mejía, quienes con un estilo de trabajo discreto pero constante lograron que una marca surgida en Medellín se transformara en un símbolo de movilidad para todo el país.
En un país donde la mayoría de empresas suelen resignarse a competir desde la distribución de productos foráneos, AKT representa una excepción. Y en esa excepción se resume la ambición de su líder: hacer que Colombia también pueda fabricar, crecer y mantenerse en pie frente a los gigantes del mundo.




Publicar comentario