Entre el 26 de octubre y el 9 de diciembre de 1999 un amplio equipo multidisciplinario llevó a cabo la tarea de estudiar la situación del manejo de los residuos y desechos sólidos en Venezuela contando con el apoyo y asesoría de la Organización Panamericana de la Salud. Los resultados de esa labor se publicaron en un informe en junio del año 2000. Ensayando un resumen sencillo y directo, podría decirse que lo que muestran esas 252 páginas es la radiografía de un verdadero desastre: ninguna de las áreas evaluadas bajo los criterios técnicos de la OPS pasó la prueba.
“Análisis Sectorial de Residuos Sólidos” es el título del documento que todavía está disponible en la web. La ingeniera Luisa Villalba, docente e investigadora del Instituto de Zoología y Ecología Tropical (IZET), de la Facultad de Ciencias en la Escuela de Biología de la Universidad Central de Venezuela, formó parte del equipo de trabajo. Han pasado 24 años de su publicación y dice: “Fue un estudio bastante completo de la situación en ese momento, la cual no creo que haya cambiado mucho, más bien se ha agravado. En aquel entonces todavía estábamos en un proceso de descentralización y ahorita volvimos a centralizar, a perder muchas de las competencias y de las experiencias que se lograron desarrollar”.
A finales de 1999 se tenía inventario de la existencia de 215 lugares formales de disposición final de residuos sólidos, pero prácticamente ninguno operaba bajo las condiciones específicas de lo que debe ser un relleno sanitario. En realidad, sólo se podía hablar de vertederos controlados o medianamente controlados y botaderos de basura a cielo abierto.
¿Cuál es la situación en 2024? Villalba responde: “Un relleno sanitario es una obra de ingeniería en la cual no deben haber personas escarbando en la basura, se deben controlar las emisiones a la atmósfera, el tratamiento de los lixiviados, llevar control de los materiales que allí entran… Y eso no se cumple. Se diseñan como rellenos sanitarios, mas no se operan como tales. Entonces, decir que hoy en día existe un relleno sanitario no es cierto, porque no cumplen con muchas de esas pautas. Terminan siendo, en el mejor de los casos, vertederos controlados, pero no rellenos sanitarios”.
También lo dice Miguel Cabeza, ingeniero agrónomo con maestría en ingeniería ambiental y profesor en la Universidad de Los Andes: “Los sitios de disposición de desechos sólidos en Venezuela son vertederos a cielo abierto o vertederos controlados. Un relleno sanitario es otra cosa. Aquí hay un reto grande en todas las áreas”.
Joaquín Benítez, director de sustentabilidad ambiental de la Universidad Católica Andrés Bello y miembro de la Academia Nacional de Ingeniería y Hábitat, aporta el contexto necesario: “en Venezuela 80% de los residuos y desechos que se recogen por los servicios de aseo urbano y domiciliario no son dispuestos adecuadamente. Disponerlos adecuadamente significa disponerlos en un relleno sanitario: que la basura que llega durante el día, se tape con tierra durante la noche. Eso no ocurre en el 80% de los residuos que se recogen. ¿Qué significa eso? Que esos residuos que están en esos vertederos, en esos botaderos, también están contaminando y van a ser arrastrados para contaminar en otros espacios y generar problemas en otros lugares”.
Reducir la basura, un largo camino por recorrer
Más de 24 años han pasado desde el diagnóstico –que incluía un profuso listado de recomendaciones- y esa urgencia, que es un pilar fundamental en el concepto de manejo integral de los desechos sólidos, sigue siendo una deuda. Villalba hace una precisión: “desde los años 70 se construyeron rellenos sanitarios, hay varias experiencias. La Bonanza, por ejemplo, se ha diseñado y rediseñado como relleno sanitario ya no sé cuántas veces. Se hacen las obras, se diseña el sistema, pero dejan de operar. No hay manejo como relleno sanitario y se transforman en vertederos”.
La recuperación y reciclaje, otro aspecto importante, evidencia un retroceso. A finales de 1999, cuando se hizo la evaluación con asesoría de la OPS, era una actividad dispersa, informal y prácticamente insignificante en cuanto a proporción. El documento explica que la recuperación de materiales en los sitios de disposición final –en los vertederos- se hacía de forma manual, en condiciones insalubres y con poca eficiencia: no superaba el 10%. “Es urgente desarrollar estrategias para que la recuperación se realice en el origen”, recomendaron los expertos.
Aunque en Venezuela solo se recicla un 5% de los desechos, hay iniciativas locales para intentar darle una segunda vida a estos materiales
Hoy Villalba prefiere no hablar de cifras porque en realidad no hay información oficial, “pero no creo que pase de 5%”, dice cuando se le pregunta cuánto se recicla en el país.
“En reciclaje, se estima que a duras penas estemos en alrededor del 5%”, coincide Benítez.
“Empujados, podríamos hablar de 1% de recuperación de materiales”, difiere Cabeza: “Colombia, para tener una idea, anda alrededor del 20%”.
La Gestión Integral de Residuos Sólidos es reconocida globalmente como un conjunto de sistemas ejecutados en el contexto de un plan cuyo objetivo esencial es reducir el impacto de la inevitable generación de desechos –basura- que produce la actividad humana.
En la práctica, se refiere a una labor coordinada para su manejo y aprovechamiento y se planifica desde la misma generación de los residuos, pasando por la recolección, tratamiento, reutilización y disposición final en lugares adecuados.
Requiere, por supuesto, tanto la participación de los ciudadanos y de todos los sectores que generen desechos –el hogar, los comercios, la industria, los hospitales- como la de los distintos niveles de autoridad e institucionalidad de un país, articulados dentro de un plan de ejecución que debe ser constante en el tiempo.
Lo que mostraba la realidad venezolana en 1999, de acuerdo al documento de análisis, es que nada de esto existía y lo que muestra el momento actual es que es poco o nada lo que tenemos hoy en el país.
Si la disposición final se limita a vaciar camiones de basura en espacios abiertos y si las labores de reutilización y reciclaje son proporcionalmente mínimas, la recolección es otro ángulo que falla en la aspiración por lograr el ideal de la gestión integral.
“A pesar del esfuerzo que se hace por recoger la basura en las ciudades, todavía en Venezuela hay mucha basura que no se recoge”, explica Joaquín Benítez: “Tenemos una eficiencia de recolección de alrededor de 70%, es decir, que 30% de lo que se genera se queda en el ambiente. Y ese 30% termina siendo arrastrado por las aguas y va contaminando ríos, quebradas y ecosistemas. Hace un par de meses un estudio reveló que el Tuy es el segundo río en Suramérica que más plásticos aporta al mar”.
Miguel Cabeza, conocedor de la situación en el interior del país, maneja una cifra menos alentadora: “Alrededor de 60% de los desechos sólidos no son recolectados, se quedan en el ambiente”.
La conclusión es obvia: no hay, ni ha habido, un manejo adecuado. ¿Y qué pasa en un país con una gestión deficiente de sus desechos?
“Se contamina todo”, se lamenta Benítez: “La presencia de plásticos y microplásticos en el ecosistema ya está bien documentada. Hay especies de peces en los que se ha encontrado acumulación de microplásticos, cosa que es tóxica. En definitiva, se contamina todo. Decir que el río Tuy es el segundo en Latinoamérica en aportar más desechos plásticos al mar y que el río Chama, en el estado Mérida, está entre los diez más importantes de América Latina contaminando cuerpos de agua, en este caso el Lago de Maracaibo, es bastante… Los problemas que generan los residuos sólidos van desde toxicidad, envenenamiento, asfixia mecánica, mal funcionamiento metabólico. Es complejo… Este es un país contaminado”.
Del cúmulo de recomendaciones y propuestas contenidas en el “Análisis Sectorial de Residuos Sólidos” podría afirmarse que sí algo se atendió, fue la formulación de un cuerpo normativo unificado y que apunta al logro de los objetivos. El problema, sin embargo, es que no se ha puesto en práctica.
“A partir de ese análisis sectorial en el Ministerio del Ambiente se asignaron recursos y se hicieron planes de manejo en varios estados desde 2002”, explica Luisa Villalba: “En el año 2004 se aprobó la primera Ley de Gestión Integral de Residuos y Desechos Sólidos. Fue derogada en 2010 por la Ley de Gestión Integral de la Basura. Tanto en la de 2004 como en la del 2010 se contemplaba un Plan Nacional de Gestión Integral de Residuos y Desechos Sólidos y planes estadales y locales. Se lograron algunos estadales y algunas experiencias locales. Pero el Plan Nacional no se logró”.
La Ley de Gestión Integral de la Basura fue publicada en la Gaceta Oficial número 6.017 del 30 de diciembre de 2010. Establece “las disposiciones regulatorias para la gestión integral de la basura, con el fin de reducir su generación y garantizar que su recolección, aprovechamiento y disposición final sea realizada en forma sanitaria y ambientalmente segura”. La norma, además, “declara de utilidad pública e interés social todo lo relativo a la gestión integral de los residuos y desechos sólidos”.
En su articulado, descarga en el Poder Ejecutivo, a través del ministerio con competencia ambiental –hoy el de Ecosocialismo- la formulación de las políticas y planes de gestión integral. Y en los gobiernos locales -entre otras cosas- los planes municipales y las labores de recolección y disposición final, además de los programas de aprovechamiento, siempre “con la participación de organizaciones del poder popular”.
La norma es completa, amplia en sus objetivos y temas. Precisa en sus disposiciones. Plantea que la segregación y separación de los desechos se haga desde el origen y en las comunidades, por ejemplo. Y que para ello se eduque en materia ambiental y se proporcione lo necesario. Establece también que los residuos sólidos no peligrosos sólo podrán tener como destino final los rellenos sanitarios y ordena que cada municipio debe contar con un relleno sanitario de uso exclusivo o compartido con otros municipios. Incluso prohíbe la separación de los desechos en los sitios de disposición final. Y hasta determina que las comunidades organizadas deben participar en la discusión y tener conocimiento sobre la fijación de tarifas de los prestadores de servicio de recolección de desechos en los municipios. Eso, entre otros aspectos.
La Ley ordena la creación del Consejo Nacional de Gestión Integral de los Residuos y Desechos, que tendrá la responsabilidad de aprobar en el plazo de un año un Plan Nacional de Gestión Integral por el cual deberán regirse los planes de los gobiernos municipales.
Ese es el Plan Nacional al que se refiere Villalba: “¿Cómo estamos en materia de planificación? Yo diría que muy mal. Ese plan nacional es necesario, pero no se ha hecho. La política está definida en la ley que dice que se debe minimizar la generación y promover al máximo el aprovechamiento de los residuos y desechos, que debe ser en competencia ambiental y de salud también. No ha habido un plan, seguramente se han hecho reuniones e intentos, pero hay un gran vacío”.
En efecto, ha habido intentos. Por ejemplo: un despacho de prensa del Ministerio de Ecosocialismo fechado el 11 de agosto de 2022 -12 años después de la promulgación de la Ley- reseña una reunión en la que el viceministro de Gestión de la Basura, el abogado Dennys Guédez, presentó a los trabajadores del despacho “una propuesta de Plan Nacional para la Gestión del Manejo de los Desechos y Residuos”.
Otra iniciativa del ministerio es una serie de publicaciones llamada “Colección Madre Tierra” de Amalivaca Ediciones. En 2019, durante la gestión del entonces ministro Oswaldo Barbera Gutiérrez, se editó el libro “Manejo integral de los residuos y desechos sólidos”, en cuya presentación el funcionario explica: “¿Qué es el ecosocialismo? respondemos de manera sencilla y recordando a Hugo Chávez, el ecosocialismo es la necesidad, para que nuestro socialismo sea, además ecológico”.
La introducción del libro propone un abordaje ideológico: “(…) la generación de desechos y residuos sólidos a nivel global, se ha convertido en una alarmante problemática ambiental, consecuencia directa del modelo capitalista; que nos ha direccionado de forma permanente a favorecer los intereses individuales de las transnacionales y complacer al voraz mercado mundial”.
Volviendo a la ausencia de planificación, que es lo importante, el profesor Miguel Cabeza, respalda la afirmación de Villalba: “Tenemos grandes deficiencias, no hay planes. El ministerio encargado del tema ambiental tenía que elaborar un Plan Nacional, pero ese plan no existe. Y en consecuencia, ninguna autoridad municipal puede elaborar formalmente el suyo porque la Ley indica que deben guiarse por el Plan Nacional”.
“La Ley establece cosas que han debido hacerse desde 2010 y muy poco se ha cumplido”, lamenta Cabeza: “Uno de los problemas más serios es no tener el Plan Nacional de Gestión Integral. Los municipios tienen la responsabilidad de la gestión, así que hay que establecer planes municipales con acciones, objetivos y metas específicas, pero para eso se necesita la directriz nacional”.
“Entre lo que dice el papel y lo que se hace, hay una gran diferencia”, advierte Villalba.
No todo está perdido. Algo se está haciendo porque aunque no haya plan, el problema de los desechos sólidos está ahí: es cosa de todos los días.
El director de sustentabilidad ambiental de la UCAB, Joaquín Benítez, establece el contexto: “En este tema del manejo integral de los residuos y desechos en el país navegamos un poco a ciegas porque no hay cifras oficiales. Se estima que en Caracas, donde hay más consumo que en otras ciudades, pudiéramos estar generando cerca de 800 gramos o 1 kilo de residuos y desechos por habitante cada día. Si en Caracas hay entre 4 y 4 millones y medio de personas, estaríamos hablando de 4 millones de kilos diarios en la ciudad. Para el resto del país, si redondeamos la cifra en 20 millones de habitantes, estaríamos hablando de alrededor de 15 millones de kilos diarios de basura”.
Las últimas cifras oficiales que se hicieron públicas están contenidas en un informe del Instituto Nacional de Estadística divulgado en marzo de 2013 y corresponden a la generación de desechos sólidos en los años 2011 y 2012.
El estimado correspondiente a 2011 fue 28.274.286 kilogramos por día para una población “aproximada” de 27.406.838 habitantes. De lo cual resulta una tasa de recolección per cápita de 1,032 kilos diarios por habitante. La cantidad de desechos recolectados para reciclaje fue 1.100.009 kilos, equivalentes a 3,89% de lo generado.
En el año siguiente se recolectaron 26.792.036 kilogramos por día, con una tasa de 0,902 kilos por habitante por día en función de un estimado de población de 29.716.468 habitantes. En 2012 se reciclaron 611.724 kilos, que representan 2,28% del total.
El estimado actual –sin registros oficiales- parte de una realidad signada por la migración de venezolanos y la crisis económica.
Somos menos, pero ¿qué se debería hacer para manejarse mejor con estos 15 millones de kilos diarios de desechos? Benítez explica: “En primer lugar, mejorar la eficiencia de recolección en las ciudades. Tasas de 70% y 80% no es algo bueno. Se estima que en Caracas se queda un poco más de basura en las calles sin recoger. En las zonas autoconstruidas donde el acceso de los camiones es difícil, la basura permanece. Por otro lado, formalizar los sitios de disposición final. Convertir todos nuestros botaderos y vertederos en rellenos sanitarios. Y aumentar nuestras tasas de reutilización y reciclaje. Incrementarlas de manera que la cantidad de basura sea cada vez menor”.
“Incrementar el porcentaje de recuperación es de las cosas más importantes que debe hacerse para tener éxito en Venezuela”, apunta Cabeza.
¿Por qué en el país no se logra pasar de ese 5%? Nuevamente, Benítez aporta una explicación: “Hay una combinación de factores. Uno, es que el estímulo económico para abordar el reciclaje no existe. Parte de los estímulos que hay que implementar son de orden económico. Por ejemplo, regular para que determinados tipos de envases contengan determinado porcentaje de material reciclado y eso empieza a dinamizar la cadena. Hacen falta estímulos que vienen a través de regulaciones. Luego, dentro de las políticas municipales empiezan a verse iniciativas vinculadas al reciclaje, pero todavía se quedan cortas porque estamos hablando de que se hacen en forma de jornadas. En los países donde se recicla más, el reciclaje es un acto cotidiano. El ciudadano cuando va a disponer de la basura en su casa ya tiene todas las opciones y los arreglos para reciclar”.
Esto plantea falta de educación y conciencia sobre los asuntos ambientales. Lo que, para Miguel Cabeza, es fundamental: “La clave es la educación ambiental, dirigida a que la gente se motive a separar los desechos desde el origen”. En esa instancia, la familiar, la individual, el experto plantea que no necesariamente debe esperarse una recompensa monetaria. Por una razón: “Debe apuntar a la conciencia ecológica, porque lo que le pudieran pagar a una familia por los desechos que recupera no representa un ingreso significativo y a la larga se van a desmotivar”.
Se trata, entonces, de hacer su parte por el medio ambiente. De desarrollar conciencia del papel individual que se tiene como generador de desechos, tal como ocurre en programas ya establecidos y de relativo éxito como los puntos de entrega voluntaria coordinados entre las comunidades y la Universidad de Los Andes en Mérida; o los de San Cristóbal a través de la Escuela de Reciclaje, que opera con lugares fijos de entrega de residuos y rutas de recolección. O el mismo caso de UCAB Recicla, en la sede de la institución en Caracas.
El elemento económico es determinante en otros eslabones de la cadena: debe haber incentivos para las empresas que recolectan material reciclable y para las que lo utilizan de forma efectiva.
En un país desindustrializado como Venezuela, ¿existen actores en este negocio?
“Sí hay”, responde Benítez: “El papel, por ejemplo, es una industria donde el reciclaje funciona. Las papeleras reciclan y adquieren productos para reconvertirlos y fabricar empaques y cartones. La industria del vidrio lo hacía muchísimo porque, además, el vidrio se recicla infinitamente, esa industria es muy efectiva desde el punto de vista del volumen de material. El aluminio anteriormente era la joya del reciclaje porque era muchísimo más barato producir aluminio a partir de reciclaje que pasar por todo el proceso de minería y manufactura industrial. En cuanto al plástico, hay una industria que está usando material reciclado para generación de bolsas y contenedores tipo gavera. Hay una industria que está funcionando allí. Sí diría que lo que se recoge se recicla. Lo que pasa es que no hay estímulos”.
Ya en este punto, Benítez se refiere a algo más allá del dinero: “Hay un estímulo muy importante, lo que se llama la responsabilidad extendida del fabricante, que es el involucramiento del fabricante en los materiales que genera. Por ejemplo, los fabricantes de bebidas que utilizan botellas de plástico: si se hiciera universal ese principio de responsabilidad extendida estarían involucrándose mucho más en la actividad de reciclaje. Por decirte, las gaveras de bebidas de algunas empresas están constituidas en alto porcentaje por plásticos reciclados. La industria de las baterías, de los acumuladores para vehículos: los elementos de las baterías son reciclados en 90%, dentro de esos el plástico casi en 100%. Entonces, sí hay una industria incipiente que necesita ser dinamizada. Estímulos fiscales no existen. Pero a través de regulación puedes hacer que reciclar se convierta en negocio”.
Cuando se le pregunta a Luisa Villalba cómo mejorar la gestión de los desechos sólidos e incrementar el reciclaje, apunta a lo estructural: “El país necesita urgentemente recuperar todas sus instituciones. Y dentro de eso, los ministerios y las alcaldías. Y que cada institución haga lo que le corresponde: las alcaldías son las promotoras del desarrollo local. Hay que recuperar las instituciones para lo que fueron hechas. Y recuperar la educación, los valores, la ética…”.
La opinión emitida en este espacio refleja únicamente la de su autor y no compromete la línea editorial de La Gran Aldea.
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