“En esta campaña, aquí en la parroquia 23 de enero, no se escucha esa emoción que se vivía cuando Chávez, que uno se aprendía las canciones de tanto escucharlas todo el día. Por ahí están los toldos que llaman «puntos rojos», pero siempre están vacíos. Eso es todo lo que hay. Campaña de la oposición no hay, porque estamos rodeados de colectivos”, cuenta María, del sector La Libertad.
María compara ésta con la campaña de Chávez en 2012, porque recuerda la campaña de Maduro contra Capriles en 2013. Gladys, del sector Sierra Maestra, tampoco la recuerda, y Carmen, del sector La Piedrita, menos.
Ocurre que en diversos sectores del 23 de enero todavía hay memoria del domingo 7 de octubre de 2012 en el liceo “Manuel Palacios Fajardo”, el centro de votación de Chávez, ubicado en la zona central de la parroquia. Ese día, el fallecido expresidente llegó manejando su camioneta negra hasta la calle asfaltada, limpia y decorada con telas amarillas, azules y, por supuesto, rojas. Lo acompañó Rosa Virginia, María Gabriela y tres nietos, y también Elías Jaua, Jacqueline Faría, Robert Serra, Héctor Rodríguez, Freddy Bernal, Maduro, Diosdado, Cilia y Aristóbulo, y justo antes de entrar a su centro de votación, Chávez se desvió para saludar al pueblo, cargar a un bebé y recibir lirios.
Chávez fue el corazón de ese pueblo al que saludó y así ganó su tercera elección presidencial en los 54 centros de votación de la parroquia 23 de enero, con 38.663 votos.
“La gente se está recogiendo temprano. Imagínese, a los médicos cubanos los tienen en un solo sitio y con maletas listas, están a la expectativa de los resultados, pero ya uno de ellos se despidió de nosotros por si acaso no vuelve”
Desde entonces, nada similar, “pero yo creo que esta elección va a ser más trascendental”, dice José, habitante de los alrededores del Cuartel de la Montaña porque, así como hay memoria de aquel domingo de 2012, también hay demasiadas dificultades cotidianas tras la muerte de Chávez y que se agudizaron después del triunfo de Maduro en 2013:
“Te lo explico por encimita —dice Gladys— ahora el gas es un estrés permanente. Antes, el camión pasaba todos los días, ahora hay que salir corriendo a llenar la bombona cuando el consejo comunal avisa, no importa lo que estés haciendo y si no puedes ir ese día, no puedes ir a otro sector otro día, porque las bombonas están identificadas con el nombre del sector y si vas a otro, no te la van a vender. Estas semanas lo que están haciendo es cambiar las bombonas que están malas, es la segunda vez en el año que lo hacen. Ni hablarte de la bolsa de comida, que viene cuando le da la gana, y trae: arroz, leche, chicha, azúcar, aceite, sal y dos laticas de sardinas que he tenido que botar, porque saben a óxido y están muy desmenuzadas. Por lo menos tenemos agua 4 ó 5 días a la semana, pero huele y sabe horrible, y después de que me baño o me lavo las manos, me pica el cuerpo. Yo creo que, por esto, la gente está dispuesta a salir a votar por el señor Edmundo”.
Agrega María: “Pero por donde yo vivo, no se habla mucho de las elecciones. Vivo en un sector bien polarizado y el consejo comunal sabe quién es quién, entonces, nadie dice nada, porque después quién sabe qué más nos quitan. La bolsa es lo de menos, aunque hay gente que consume esos productos de mala calidad, pero fíjese que, en La Piedrita, por ejemplo, cuando el simulacro de esta elección, hubo gente a la que obligaron a hacer traslados de personas en sus carros. Si decían que no, les iban a prohibir el surtido de gasolina”.
Gladys resume otra irregularidad: “En La Piedrita, que está controlada por el colectivo de Valentín Santana, hicieron su propio centro de votación para recoger y controlar a toda su gente, así que están obligados a votar por Maduro, porque si él pierde, qué va a pasar con ese colectivo”. De acuerdo con José, esto ya se ha hecho antes: son centros de votación improvisados para controlar al sector o llevar a la gente en las últimas horas “pa´ sacar votos”.
En general María, Gladys, Carmen y José coinciden en que, por estos días, hay demasiada calma en el 23 y eso les preocupa, sobre todo porque, dice Gladys, “la gente se está recogiendo temprano. Imagínese, a los médicos cubanos los tienen en un solo sitio y con maletas listas, están a la expectativa de los resultados, pero ya uno de ellos se despidió de nosotros por si acaso no vuelve”.
En el sector La Silsa, cerca del 23, el mismo consejo comunal advirtió a Rosa que comprara agua potable, comida, velas, porque “la cosa pinta fea pal gobierno”. Aunque, para Pedro, de la zona F del 23, nada pinta feo: “Esto está normal, todo el mundo trabaja, sale, rumbea y toma cerveza, juega béisbol, se hace sopa y parrilla, y hay carros del último año. Todo sigue igualito que siempre”.
“¿Y tú crees que por eso no hay gente en desacuerdo con el gobierno? —advierte José— Sí, en zona F se forman unas rumbas arrechísimas los fines de semana, pero los que no están en la fiesta, no duermen, no descansan. No hay orden, no hay tranquilidad y la gente también quiere eso”.
Así que no todo sigue igualito: como cuando Chávez hace once años, Maduro también tiene un adversario que le puede ganar, quizás en un terreno que cree seguro, porque como revela María: “Aunque muy poca gente dice que va a votar, no dice por quién y cuando no dicen por quién, ya se sabe por quién van a votar”.
Los nombres que aparecen en este texto fueron cambiados por solicitud de los entrevistados
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