Redacción (ALN).- Casi 80 días después de su primer ataque a una “narcolancha” en aguas del Caribe cercanas a Venezuela, Estados Unidos elevó la apuesta de la “ambigüedad estratégica” que mantiene en tensión al chavismo, afirman expertos.
El 13 de noviembre el secretario de Guerra estadounidense, Pete Hegseth, informó de una nueva operación militar de nombre Lanza del Sur, que tiene la intención declarada de combatir el narcotráfico internacional en medio de la creciente presión al gobierno de Nicolás Maduro.
El anuncio, que se adelanta como la ampliación del operativo frente a las costas venezolanas, se superpone a las declaraciones pasadas de voceros del gobierno estadounidense y del propio Donald Trump, que afirman no tener motivos para atacar a Venezuela, pese a los señalamientos de supuesta pasividad del chavismo ante los capos de la droga.
En este ir y venir de acusaciones cruzadas, un día Trump deja la puerta abierta a una agresión militar a Venezuela, pero al siguiente la cierra con fuerza mientras mantiene su retórica antichavista.
Para el analista Aníbal Sánchez, este accionar del gobierno estadounidense no constituye una inconsistencia aleatoria, sino que es “una táctica deliberada” que describe como “ambigüedad estratégica”.
“Es una táctica diseñada y usada para mantener al adversario, en este caso el gobierno de Maduro, en una constante incertidumbre, reevaluando riesgos”, dijo Sánchez a Crónica Uno.
Esta estrategia, prosigue Sánchez, causa en el chavismo una “incertidumbre” sobre las intenciones reales de Estados Unidos y genera una “presión psicológica” sobre el chavismo.
Desde que Trump anunció el despliegue de fuerzas militares en el Caribe, el gobierno de Maduro se puso en alerta: ordenó engrosar el cuerpo de milicianos, desplegó misiles antiaéreos y realizó maniobras.
Pero también usó su llamada “diplomacia de paz”, que en la práctica siempre ha implicado un esfuerzo por apagar las amenazas a la estabilidad del chavismo.
Maduro pidió a la Organización de Naciones Unidas (ONU) y al Vaticano interceder por su gobierno. Lo mismo hizo con la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac), un bloque de países al que instó a rechazar de forma unánime el operativo de Estados Unidos.
Todo pese a que Diosdado Cabello, ministro de Relaciones Interiores, Justicia y Paz, aseveró que en Venezuela “no pasará nada”.
El arribo al Caribe de más tropas y el poderoso portaaviones USS Gerald R. Ford, un “monstruo” de 13.000 millones de dólares con capacidad para 4500 tripulantes y unos 70 aviones de guerra, no supuso cambio alguno en la dinámica entre Venezuela y Estados Unidos.
En el país sudamericano, los ciudadanos apenas si notaron la presencia de la enorme nave de guerra, pues están más preocupados en llevar pan a la mesa que en la suerte del chavismo.
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Además, los tambores de guerra suenan hace varios meses, pero el conflicto encalló frente a las costas de una Venezuela que atraviesa por una de sus peores etapas históricas desde la independencia de España, con un éxodo de más de ocho millones de personas y una economía en caída libre, en parte lastrada por las sanciones de Estados Unidos a su una vez próspera industria petrolera.
Al mismo tiempo Estados Unidos eleva el tono contra Maduro, por quien ofrece una recompensa de 50 millones de dólares y acusa de narcoterrorismo junto con su entorno cercano, como el ministro de Defensa, Vladimir Padrino López, o el ministro Cabello.
“Es un juego de micrófonos y gradas que sirve para domesticar su audiencia interna, mientras evalúa los costos (de una operación militar)”, dijo Sánchez.
Si bien el conflicto armado entre Venezuela y Estados Unidos parece lejos en este momento, el analista matiza que analizar eventos volátiles y con tantas condicionantes “es difícil”.
“Pero no, no creo que haya una intervención plena de Estados Unidos en Venezuela, por eso utiliza aún la mampara de acciones dentro de un CANI o conflicto armado no internacional, que no afecta el territorio de otro país”, insistió Sánchez.
El chavismo ha respondido a la presión de Trump con el despliegue de tropas y ejercicios militares en barrios urbanos y costas. Más recientemente, el gobierno emplazó 200.000 efectivos en las calles ante las “amenazas” de Estados Unidos.
También mueve ficha en un escenario internacional saturado de conflictos urgentes, como la invasión rusa a Ucrania o la frágil paz en Palestina.
“El gobierno de Venezuela no se queda de manos cruzadas, pero actúa con medidas cautelares” mientras hace valer sus convenios de cooperación con Rusia, China e Irán, explica Sánchez.
En este sentido, Maduro impulsa su “diplomacia de paz” mientras intenta ganar adeptos a su causa en el Caribe y América Latina, pero al mismo tiempo hace uso de los pocos mecanismos que aún tiene para presionar a sus vecinos.
Uno de ellos fue la suspensión del acuerdo energético con Trinidad y Tobago después de que el país caribeño acogiera un buque de guerra estadounidense para ejercicios militares.
“¡Suspendido todo!”, dijo Maduro a finales de octubre después de cargar contra la primera ministra trinitense, Kamla Persad-Bissessar, a la que tachó de “alcahueta” y “propulsora de la guerra por sus propias debilidades personales, físicas, mentales y morales”.
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