Cuando la clases medias se aterran

El contundente triunfo de Donald Trump en las elecciones presidenciales de los Estados Unidos ha tomado de sorpresa a casi todo el establecimiento analítico, académico y periodístico del país y del mundo.

La noche del 5 de Noviembre trascurrió de, manera pausada y contundente. Antes de la media noche se sabía que Donald Trump había logrado los votos electorales para ocupar de nuevo la presidencia de Estados Unidos y que sus seguidores habían sido elegidos para el senado en números suficientes como para otorgar una mayoría de 53 escaños a su partido. Al día siguiente se sumo la victoria la cámara de representantes.

Surge la interrogante sobre como pudo concretarse esta marea roja que se lleva por delante los principios de equilibrio entre los poderes y los frenos a un posible despotismo sin ser registrada por ninguna firma encuestadora.

La respuesta se encuentra en los datos que retratan a la clase media en Estados Unidos. Como es bien sabido la turbina que mueve esta nación es el gasto privado que surge de ciento sesenta y siete millones de personas que tienen ingresos suficientes para cubrir todas sus necesidades y además contar con el 20% para gastos discrecionales. Estas personas concurren al mercado de consumo para cubrir sus necesidades generando así un torrente de creación de bienes y servicios que hace crecer la actividad económica. Sin embargo, la proporción de esa población ha sufrido una reducción significativa entre la década de los años setenta y nuestros días pasando del 61% al 50% actual. Esto significa que hay un 11% de hogares que han pasado de clase media a situación de pobreza.

Cuando se trascienden los números y las proporciones y se comienza a definir el perfil humano de esta clase media en reducción uno se percata que se trata de personas sin educación terciaria cuyo ingreso al mercado de trabajo solo requirió de habilidades y destrezas técnicas y que ellas le llevaron a contar con un trabajo estable y permanente en el tiempo. Esto, a su vez, abrió las puertas de la obtención de viviendas y del financiamiento de la educación superior de sus hijos. Pero el cambio tecnológico barrió con muchos de esos puestos de trabajo que eran la base de la economía industrial. Comenzaron los despidos masivos y la creación en paralelo de nuevos puestos de trabajo. Pero ellos carecían del perfil técnico que los nuevos puestos de trabajo demandaban. Algunos lograron reciclarse para obtener las habilidades tecnológicas que demanda el actual mercado laboral. 2% logró reciclarse. El resto ingreso en los corredores de trabajos ocasionales sin protección social y en los programas de desempleo del gobierno federal.

Esa clase media depauperada que ha crecido en las dos primeras décadas del siglo XXI se siente golpeada y sin apoyo político. Y eso fue lo que entendió Donald Trump. El vio en ese sector de la población americana la base para disputar el poder de los establecimiento republicano y demócrata. Porque el partido republicano se había dedicado en las postrimerías del siglo XX a afianzar la globalización como camino para la preservación de la paz y la estabilidad mundial. Mientras que el partido demócrata se dedicó a promover las políticas de inclusión que llevan a la inserción de las minorías en el main stream económico-cultural del país. Ninguna de estas políticas fue bienvenida por las clases medias de Estados Unidos.  La primera apoyaba el proceso que les dejo desempleadas. La segunda destruía el culto a la meritocracia y los principios cristianos que acompañaron la creación de los Estados Unidos.

Porque la globalización sin reciclaje profesional de la fuerza de trabajo lleva a la pérdida de la estabilidad laboral y al desempleo estructural. La inclusión per se fue vista como la descalificación del conocimiento, las habilidades y destrezas en la competencia por el ingreso al mercado laboral. Ambas generan resentimiento hacia las elites y hacia la dirigencia política que auspicia o tolera esta situación

Es así como Trump construye una narrativa dirigida a esa clase media pauperizada cuyos hijos están siendo diezmados por las drogas químicas que penetra los corazones y las mentes de la clase media norteamericana. Trump les dice que pondrá fin a la situación, colocando aranceles que impiden a los productos extranjeros ingresar a Estados Unidos con lo cual habrá que hacer los productos localmente y ello creará empleos. En lo que a la inclusión se refiere, Trump ha indicado claramente que se terminará la instrucción en el area de .la teoría de géneros en las escuelas públicas y que se regresará a la tesis del estado creado por dios. En síntesis, desde el punto de vista cultural se regresa a los orígenes de la nación norteamericana y se rechazan las elucubraciones culturales de las elites. Esto es interpretado por las clases medias depauperadas como la extensión de un manto protector.

El rechazo del pueblo estadounidense a las ofertas políticas de los republicanos y de los demócratas pareciera que va a durar varias décadas porque independientemente de que Donald Trump termine su mandato en cuatro años, la flama aislacionista y pro-reacomodo industrial interno continuará por buena parte de este siglo.

Todo esto debido a que es necesario introducir en la nueva economía a un sector muy amplio de la población para que domine la digitalización en lugar de dejarse abatir por ella. Y ello va tomar tanto tiempo como tomó convertir a los trabajadores del campo en trabajadores urbanos a fines del siglo XIX y comienzos del siglo XX.

Beatrice Rangel es Directora de AMLA Consulting Group. Integrante Consejo de Relaciones Exteriores de Estados Unidos @BEPA2009

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