Desde hace 2 años empezó a tomar forma una nueva cementara al lado en Cartagena, se trata de Cemento País y detrás de esta están Alfonso y Nicolás Hilsaca.
En el congreso anual de la Cámara Colombiana de la Infraestructura de este año, en el que además era la despedida de su presidente Juan Martín Caicedo, quien permaneció en el cargo 25 años, apareció con bombos y platillos un nuevo jugador en el negocio cementero nacional: Cemento País. No faltaron las preguntas sobre el origen de esta joven empresa que además exige una importante inyección de recursos, capital de trabajo y luego inversión para su extracción y posterior transporte. Quién está detrás de esta empresa que se ha convertido en una de las más mencionadas por contratistas de obras civiles es la muy conocida en la Costa Caribe familia Hilsaca, comandada por el polémico Alfonso ‘el Turco’ Hilsaca.
Cemento País, una nueva jugadora dentro de un negocio que anualmente vende más de 8 billones de pesos y que es dominado en Colombia por el Grupo Argos —empresa del GEA, con ventas anuales de 5 billones— empezó como una idea que parecía demasiado grande para un municipio como Turbaco. La nueva cementera fue registrada en 2021, solo en papeles, ante la Cámara de Comercio de Bolívar aún sin máquinas, sin empleados y sin sede. Dos sociedades estaban detrás de la nueva empresa: AGM Desarrollos SAS y American Lighting SAS, reconocidas empresas del emporio Hilsaca donde figuran como accionistas la esposa del Turco Hilsaca y sus hijos, lo que llevó a la certeza de que los de que la familia Hilsaca acababa de abrir una nueva puerta, ahora cementera, en su largo catálogo de negocios.
Poco tiempo después de fundada en papeles, a las afueras de Cartagena, casi pegada a la Zona Franca Cristalina, la planta fue tomando forma durante 2023, un año de inversiones grandes y expectativas aún mayores. La familia, acostumbrada a construir imperios desde la sombra, apostó por un segmento que siempre exige paciencia y capital. Era un negocio para pocos, uno de esos mercados donde las cifras se mueven a ritmo de obra pública, de carreteras prometidas, de contratos que todos saben que empezarán por necesitar concreto.
Detrás de Cemento País están los hijos de Alfonso Hilsaca, Alfonso y Nicolás Hilsaca Acosta — hermanos de Gabriel, quien le entregó 400 millones, en 2022, a Nicolas Petro, para la campaña Petro Presidente, por lo que está en juicio por cinco delitos—. Los representantes legales de la han intentado presentarse como cualquier otra, aunque en la Costa nadie dejaba de recordar quién estaba realmente detrás. El Turco, el patriarca de ese emporio cuestionado y respetado por igual, nunca figuró en los documentos, pero su apellido se deslizaba en cada conversación. No había obra grande en Cartagena ni en Bolívar donde alguien no mencionara, con algo de resignación, que los contratistas terminaban comprando su material. No porque fuera obligatorio, sino porque era lo que estaba ocurriendo.
La planta completó su instalación justo cuando los nuevos mandatarios aterrizaron en el poder el primero de enero de 2023. Dumek Turbay en Cartagena, Yamil Arana como gobernador de Bolívar. Ambos prometieron recuperar vías, levantar coliseos, pavimentar barrios castigados por años de abandono. Obras que necesitaban toneladas de cemento, y Cemento País apareció el momento exacto para ponerse cerca, sin decirlo abiertamente, como un proveedor dispuesto a participar en ese ritmo de reconstrucción.
Al inicio, los números de la empresa no parecían atractivos. Un capital invertido que salía en rojo, pasivos enormes y ventas mínimas. Ese panorama cambió al ritmo de la publicidad. En Cartagena el nombre empezó a aparecer en los taxis, en las vallas, en los estadios, en las emisoras. Era imposible no verlo. La marca comenzó a instalarse en el oído de la gente, como si la ciudad hubiese decidido hablar en el lenguaje de la construcción. En ese nuevo ciclo de promoción insistente, Cemento País se volvió un nombre común en las calles de Cartagena.
Ya en 2024, la maquinaria comenzó a despachar camiones sin descanso. Los barrios veían pasar los mezcladores con el logo recién pintado y los encargados de obra repetían que el material venía de Turbaco. En sectores como El Silencio o San José de los Campanos, la marca se volvió parte de la rutina. La empresa no aparecía en los contratos como proveedora directa del Estado, pero sus camiones llegaban ahí donde las alcaldías y la gobernación necesitaban pavimentar de nuevo.
Mientras los contratistas compraban el cemento del Turco, la empresa, gerenciada por Carlos Espinosa, y sus directivas empezó con la estrategia de cercanía con las administraciones locales. En Bolívar, en agosto 26 de 2024, la empresa apareció en entregas de kits escolares y en donaciones para escenarios deportivos, al lado de funcionarios que celebraban la colaboración. En Cartagena, su nombre se coló en discursos sobre la reparación de vías, como si el cemento también hubiera decidido hacerse protagonista de la vida pública.
La familia Hilsaca llevaba décadas moviéndose entre la obra pública, los servicios públicos y los negocios paralelos que atraviesan a la región. Desde alumbrado hasta hoteles, desde rellenos sanitarios hasta transito urbano. El Turco había construido una reputación que combinaba poder económico, conexiones políticas y una sombra de controversias judiciales que nunca lo abandonó. Su imperio era, para muchos, una evidencia de cómo funciona el poder en la Costa. Cemento País era simplemente la siguiente pieza.
Hoy Cemento País se muestra como un competidor más, parte de un mercado donde históricamente han dominado grandes jugadores. Pero su crecimiento acelerado, sus conexiones en la región y la presencia constante en obras públicas la han convertido en un actor inevitable. Los camiones siguen circulando, las obras siguen avanzando y la marca se sigue instalando en la ciudad y departamento, pero lo que pocos saben es que el cuestionado Turco Hilsaca está detrás.
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