En estos días se ventila en las redes una polémica en torno a Oscar De León. Un grupo de venezolanos demanda del salsero que fije alguna posición, que al menos diga algo, sobre lo que ha estado ocurriendo en el país a partir del 28 de julio y el burdo fraude electoral. Pero el sonero no quiere. Y una parte de su público lo justifica: “Es que él no es político”.
En un país en el que todas las decisiones importantes son políticas, no hay manera de evadirse. No es que Oscar De León no sea político, en verdad se trata de que no es tonto y piensa en su negocio. Aunque haya gente torturada, cientos de detenidos y procesados como terroristas sólo por tener en su celular una foto de María Corina y Edmundo, el viejo diablo no sale a opinar porque quién sabe si se pierde de poder ir a Venezuela a dar show en alguna feria regional o en el estadio ese tan bonito… Y lo acaba de decir en una entrevista en la que terminó muy incómodo: corre el riesgo de que sus shows se queden vacíos.
Es que él no es político… Pero mantenerse en silencio también está determinado a fin de cuentas por la política.
Carolina Herrera, quien desde su encumbrado lugar en el mundo de la moda y la alta sociedad pareciera más desconectada de los asuntos locales, acaba de fijar una posición mucho más firme y solidaria que la de su paisano. La diseñadora caraqueña recibió, a principios de este mes, un reconocimiento en la gala de los premios Herencia Hispana y en sus palabras de agradecimiento dijo: “Estoy con los venezolanos, por una Venezuela libre”.
Eso fue todo, ocho palabras. Sin estridencias ni cursilerías. Ocho palabras expresadas por alguien que no tiene relación con la política. Ocho palabras que incluso son más de lo que hasta este momento han dicho unos cuantos personajes dedicados al oficio de la política y que en un momento tan complejo como este en el que el gobierno de Nicolás Maduro secuestra y desprecia la voluntad de la mayoría del país, en el que persigue, aterroriza y castiga al pueblo a través de las instituciones, prefieren que no quede registro de su posición.
Carolina Herrera, por ejemplo, con esa frase, asumió una posición más concreta y firme que los gobernadores de Cojedes y Nueva Esparta, que poco saben de elegancia y glamour pero acumulan millas en recorrido político.
Entendiendo que hace ya mucho que Twitter, hoy X, es la plaza de exposición y discusión política más activa entre los venezolanos, en la cuenta del gobernador Alberto Galíndez no hay ni una referencia a los más de dos mil venezolanos detenidos de forma arbitraria, ni acerca del terror de la Operación Tun Tun, ni sobre la persecución de los testigos electorales de la Unidad Democrática. Para el gobernador de Cojedes –que llegó al puesto en 2021 gracias a los votos de la MUD- no ha pasado nada digno de mención: el 28 de julio cumplió con el requisito de postear en X y en Instagram llamados a votar. Volvió a X el 1 de agosto para mostrar un video de él y las obras de recuperación del hospital de Tinaquillo. Y de ahí en más, sus escasos mensajes posteriores siguen esa misma línea de “yo lo que estoy es trabajando”.
Otro ejemplo de silencio revelador es Morel Rodríguez.
Su séptima elección como gobernador de Nueva Esparta la consiguió con el apoyo de una coalición de pequeños partidos y la postulación de Fuerza Vecinal, que se supone es una alternativa opositora. El 28 de julio, faltaba más, apareció en redes invitando a participar en la elección. De X se desapareció hasta el 8 de agosto, cuando posteó algo sobre una entrega de bolsas de comida. En Instagram sí volvió rápido porque había algo importante que mostrar y no eran las violaciones a derechos humanos sino “Najibito”, un nuevo ferry. Y más adelante, el 5 de agosto, la firma del acuerdo para que Bravos de Margarita se instale en el estadio de Guatamare.
¿Y Sergio Garrido, a quien tantas veces han puesto de ejemplo para mostrar que “sí se puede”? El gobernador de Barinas no parece ser un usuario muy activo en X, pero en Instagram se permitió el detalle de postear un mensaje de solidaridad con Freddy Superlano, tras su detención. Eso fue el 31 de julio. Su siguiente post está fechado el 14 de agosto y marcó el regreso a sus mensajes institucionales. ¿Le habrá transmitido esa preocupación a la vicepresidenta Delcy Rodríguez en la reunión que sostuvieron el miércoles 11 de septiembre?
En Fuerza Vecinal parecen haber lanzado una línea acatada con conveniente obediencia por quienes quedaron en el partido tras los sacudones internos generados a partir de las primarias de la oposición y de la decisión de apoyar con su tarjeta al candidato Antonio Ecarri: de eso no se habla. Aquí no pasa nada, no pasó nada. ¿Menores de edad presos? ¿Cuáles son esos? ¿Actas? ¿Qué actas son esas?
El último posteo de la cuenta nacional del partido es del 9 de mayo y la de FV-Chacao dejó de emitir mensajes un día antes, por lo que uno podría asumir que las tienen en pausa para concentrar el esfuerzo en el personalismo de sus liderazgos. Tiene sentido.
El alcalde de Baruta, Darwin González, suele ser muy activo en sus redes. Llueve, y ahí está él con un poncho. Se cae un árbol, y ahí está él contando que ya lo van a quitar de en medio. Hay un concierto, y ahí está él en la tarima. El 28 hizo el esperado “salgan a votar”. Y sólo el anuncio de algo relacionado a un sismo lo sacó de su silencio en X el 5 de agosto. De ahí en adelante retomó su programación habitual sin distraerse en desaparecidos, en los más de veinte asesinados, en pedirle al CNE que muestre las actas. ¿Para qué?
Otro tanto hizo su colega Gustavo Duque. Los días 29 y 30 de julio, entre manifestaciones y gente que empezaba a desaparecer, no encontró nada interesante para postear. Pero el 31 le tocó atender un bote de agua en la 4ta avenida de Los Palos Grandes y aprovechó para hacerse video y retomar el ritmo habitual de sus publicaciones en redes cuidando, claro, de no salirse de los márgenes de lo institucional.
En su cuenta de X, David Uzcátegui –quien aspiró por la gobernación de Miranda y parece estar en campaña permanente- hizo el llamado a votar de rigor el día 28 de julio y se abstuvo de postear nada más hasta el 13 de agosto cuando, desafortunadamente, explotó una bombona de gas en una casa en Petare. En su Instagram no existió ni el día de la elección y en consecuencia nada de lo que ha venido después. El 24 de julio le deseó feliz cumpleaños al Libertador y no se le vio más hasta el cumpleaños de su hijo el 6 de agosto y luego hasta el 19 por los 404 años del pueblo de Baruta.
Uzcátegui, quien se autodefine como “político” en su perfil de Instagram, no ha dejado en sus redes ni un mensaje de apoyo a tantos colegas perseguidos en este momento.
Hay que entenderlos un poco: todos esos problemas no son de Fuerza Vecinal, un partido que escasamente aportó 6.300 votos al candidato Ecarri. Esos son problemas de María Corina, de Edmundo, de los partidos de la Unidad, en fin, son cosas que afectan al sistema democrático, no a ellos.
Antonio Ecarri, para ser justos, dijo e hizo cosas. Incluso cosas brillantes como su argumentación legal acerca de la solicitud de Maduro de poner en manos del Tribunal Supremo de Justicia las obligaciones del CNE.
El mismo 29 de julio, Ecarri exigió al ente electoral que divulgara los resultados y se apegara a las normas y se mantuvo activo en la discusión. El 8 de agosto presentó un recurso de revisión constitucional ante el TSJ y ese mismo día denunció que había sido amenazado por el fiscal Tarek William Saab. El 10 posteó en X un mensaje lamentando la muerte de un periodista larense y se metió las manos en los bolsillos hasta el 4 de septiembre cuando copió una cita del escritor español Javier Cercas –“…nos encaminamos hacia un lugar sucio, oscuro e insalubre, donde no apetece vivir”.
Y cerró aquello con “Nada más que decir”. Pero en realidad hay mucho sobre lo que se debe hablar. La orden de aprehensión contra Edmundo González, por solo aportar un tópico importante para quienes ejercen la política. Y justo cuando uno se preguntaba a qué se debía esta mutación de la actitud de Ecarri, reapareció en público el 10 de septiembre para anunciar nuevas acciones legales ante el TSJ y exigir que se cierren los casos judiciales contra las personas detenidas en el marco de la represión postelectoral.
Eso, es mucho más de lo que han dicho los gobernadores, por ejemplo.
En este contexto, ese lugar “sucio, oscuro” de la cita de Javier Cercas hace pensar en la conciencia ciudadana y democrática del liderazgo empresarial del país. Claro, Fedecámaras. La posición del gremio, que es la de su presidente Adán Celis, es lamentable. Como si el empresariado venezolano no tuviera más conexión con los ciudadanos que el de su poder de compra, como si el hecho de ser empresario anulara toda empatía social y la transformara en adulancia al poder que garantiza su supervivencia.
El mensaje de Fedecámaras está concentrado en un comunicado emitido el 30 de julio en el que sí, solicitó auditoría y publicación de los resultados de la elección, pero al mismo tiempo le pedía a los ciudadanos que si iban a manifestar lo hicieran, tenga usted la bondad, de forma pacífica y “respetando la propiedad privada”.
El gremio no pidió –ni ha pedido- por el respeto a la vida, a los derechos fundamentales, ni por el respeto a la voluntad del pueblo expresado en el voto. No, los empresarios –en voz de Celis- quieren esa “paz” que conduce a la “normalidad” que a ellos les permite hacer negocios.
Los empresarios –en voz de Celis- claman por un proceso de negociación “entre las partes involucradas”, como si estuviéramos ante una disputa partidista y no ante un fraude electoral cometido por un régimen que secuestra a políticos, a manifestantes, a gente que simplemente andaba por ahí, a discapacitados, a menores de edad, a defensores de derechos humanos, a periodistas y les aplica tratamiento de criminales.
Los empresarios –lo dice siempre Celis- lo que quieren es que le levanten las sanciones al gobierno de Maduro. No les preocupa lo que representa el robo de unas elecciones, la persecución al rival político, las acusaciones de terrorismo, el hecho de de que el ganador del 28 de julio haya tenido que pedir asilo en otro país.
Es que ellos no quieren meterse en política, ellos son empresarios nada más. Igual que Carolina Herrera… Y mira…
La opinión emitida en este espacio refleja únicamente la de su autor y no compromete la línea editorial de La Gran Aldea.
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