Secuestro de Lyan Hortúa: La oscuro tras los narcos, la muerte y millones de pesos en juego
El papá de Lyan, asesinado antes de que naciera, tuvo negocios con Los Rastrojos; cuentas pendientes que le cobran a la mamá del niño, habrían originado el secuestro
Hay más oscuros que claros en el caso del niño Lyan Hortúa, de 11 años, secuestrado en Jamundí, Valle del Cauca. El pequeño duró en cautiverio durante 18 días. Desde su liberación el 21 de mayo son muchas las hipótesis, todas relacionadas con el pasado de Angie Bonilla, su compañero de entonces José Leonardo Hortúa, el papá de Lyan.
Las versiones iniciales señalaron a la disidencia Jaime Martínez, de las Farc, y luego rodó la tesis de que se trataba de un plan del poderoso narcotraficante colombiano y líder del grupo criminal Los Rastrojos, Diego Pérez Henao, conocido con el alias de “Diego Rastrojo”.
Este temible narco, detenido en Venezuela y extraditado a Estados Unidos donde permanece en una cárcel de máxima seguridad, habría pagado a los secuestradores una millonaria suma para que secuestraran a la mamá del niño o a su pareja sentimental, Jorsuar Suárez, padrastro de Lyan.
El vínculo con Los Rastrojos viene de tiempo atrás y se da a través del padre biológico de Lyan. Su nombre era José Leonardo Hortúa Blandón, conocido en el mundo criminal con los alias de “Mascota” y “El Mochacabezas”. Fue cabecilla de la organización narcotraficante Los Rastrojos, uno de los herederos del poder criminal de Diego Rastrojo, y fue asesinado en 2013 en Cali, pocos meses antes de que naciera Lyan, fruto de su relación con Angie Bonilla, la madre del niño, quien al parecer también estaba en la mira de la estructura de Diego Rastrojo, aún activa en la región del Pacífico.
El nombre de Diego Rastrojo había vuelto a aparecer en el país porque fue incluido como testigo por la defensa del expresidente Álvaro Uribe Vélez en el proceso que enfrenta por presunta manipulación de testigos y fraude procesal.
Las hipótesis sobre el móvil del secuestro no terminan ahí. También se especula que el niño pudo haber sido raptado por la llamada Gran Alianza, una agrupación criminal que reúne a delincuentes de distintas bandas criminales —Bacrim— de Zarzal, Cali y Jamundí, comandadas por el temido Juan Carlos Rivera, alias “06” o “Gitano”. Una carta enviada a alias ‘Oso Yogui’, cabecilla del frente Jaime Martínez, respalda esta hipótesis y sugiere que el secuestro solo pudo haberse llevado a cabo con el aval de las disidencias de las Farc, que aún manten el control en esa zona. Aunque no se sabe con certeza quién escribió la carta ni cómo llegó a manos del medio que la difundió, su contenido revela las tensiones entre grupos armados por el control del suroccidente del país.
En la misiva dicen que la Gran Alianza tiene potestad en la Fiscalía, en la Fuerza Pública, y dan a entender que prácticamente pueden delinquir sin que nadie lo sepa. Incluso, aseguran que un integrante se reunió con la mamá de Lyan para exigirle el dinero que su expareja dejó en vida, pero ella se negó, lo que produjo el secuestro de su hijo.
La mamá de Lyan y el pariente que también terminó asesinado
Angie Bonilla, la mamá de Lyan, hizo oír su voz clamando por la liberación de su hijo. Luego se supo que ella conocía perfectamente quiénes se lo habían llevado. Pedían la descomunal suma de $37 mil millones por su liberación. Angie Bonilla, conocida también como Barbie Vanessa, tiene una marca de joyería a su nombre, es influencer en redes sociales y posee una fortuna que no disimula. Por eseso no resulta extraño que el blanco del secuestro hubiera sido ella, y no el niño.
Al final, la familia del menor aceptó el canje, aunque por una suma menor —aunque tampoco irrisoria—: pagaron 4 mil millones de pesos. Sin embargo, el asunto no terminó ahí. Al día siguiente de la liberación fue asesinado en una cafetería de Cali Jesús Antonio Cuadros, primo del padrastro del niño, quien había entregado el dinero.
Entre tanto, algunas versiones apuntan a que los $37 mil millones que se exigieron inicialmente correspondían a una deuda que dejó el papá de Lyan, quien estuvo vinculado al narcotráfico antes de morir. Esa deuda habría sido heredada por su pareja, Angie Bonilla, quien, según estas mismas versiones, habría actuado como testaferra de Los Rastrojos.
A Angie Padilla la conocen como la “Barbie Vanessa”. De hecho, es el mismo usuario que usa en sus redes sociales, en las que comparte imágenes de vehículos de alta gama, ropa de diseñador, joyas, viajes a destinos exclusivos y un estilo de vida ostentoso. Estas publicaciones han generado controversia al considerar que su imagen pública podría estar vinculada al entorno criminal que rodea a su familia.
Los detalles que no cuadran
Mientras Lyan estuvo en cautiverio habló con su mamá varias veces por videollamada. La mujer no le dio parte de eso a las autoridades. Otros sujetos, que estarían presos en diferentes cárceles del país, se habrían comunicado con Angie para pedirle un medicamento que necesitaba el pequeño.
El padrastro de Lyan, sin que nadie de la prensa le preguntara, dijo que tenía una joyería desde hace más de diez años y que no tenía nexos fraudulentos. Luego de la liberación del niño, los nexos con esa peligrosa banda de Los Rastrojos se conocieron.
Tras idas y venidas sobre este caso, la Policía Nacional confirmó que alias Oso Yogui, cabecilla del frente Jaime Martínez de las disidencias de las FARC, sería uno de los principales responsables del secuestro. A pesar de que las autoridades ofrecieron una recompensa de 400 millones de pesos por información que conduzca a su captura, hasta el momento permanece prófugo de la justicia.
Al entregar los $4 mil millones para la libertad de Lyan, la familia del menor no les avisó a las autoridades porque, como dijo Sebastián Bonilla -tío del menor- temían por la vida del niño. Él y otros miembros de la familia dicen que quedaron endeudados. El procedimiento se dio sin presencia militar y con intermediación de la Defensoría del Pueblo.
Por ahora, Lyan está de regreso con su familia, pero el caso está lejos de cerrarse. Las versiones cruzadas, los nombres de viejos y nuevos capos, la millonaria suma que se entregó y el silencio de algunos involucrados dejan más preguntas que respuestas. Mientras las autoridades intentan desenredar la maraña criminal que rodea este secuestro, el país observa con atención, esperando que la verdad completa salga a la luz… si es que alguna vez lo hace.
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