La reciente ampliación de la brecha cambiaria en Venezuela es resultado de varios factores que intensifican un paisaje monetario ya de por sí complejo. Desde la segunda mitad del año pasado, el mercado oficial—que no proporciona suficientes dólares—no ha podido satisfacer la demanda de divisas. Esto empuja a individuos y empresas hacia el mercado negro, donde su actividad eleva el tipo de cambio.
Esta situación se ha complicado recientemente con los nuevos anuncios del gobierno de EE. UU., como la suspensión de la licencia petrolera de Chevron y la imposición de aranceles del 25% a cualquier país que comercie hidrocarburos con Venezuela. Estas medidas probablemente reducirán la capacidad del país para generar divisas, ya que podría verse obligado a vender su petróleo a precios más bajos. Incluso antes de estos desarrollos, el Banco Central de Venezuela (BCV) ya había reducido sus ventas de divisas en comparación con el mismo período de 2024. La combinación de estos factores ha creado la tormenta perfecta para las expectativas de devaluación, llevando a un fuerte aumento en el tipo de cambio del mercado negro. En ocasiones, la brecha entre este y el tipo oficial ha superado el 50%.
¿Qué queda del sistema de control cambiario que comenzó hace un cuarto de siglo?
La situación actual se asemeja a versiones anteriores del sistema: hay un tipo de cambio oficial que sirve como punto de referencia pero ofrece acceso limitado a ciudadanos y empresas, y hay múltiples tipos de cambio en juego. Esta multiplicidad afecta cómo las empresas fijan sus precios.
Sin embargo, varios elementos diferencian este episodio. Más importante aún, la dolarización transaccional es ahora mucho más extendida. El dólar estadounidense se utiliza comúnmente como referencia para precios y transacciones, ofreciendo más “estabilidad” que cuando el bolívar era la moneda principal. Este cambio surge de una política cambiaria más flexible. Aunque los controles cambiarios siguen existiendo formalmente, ahora son menos rigurosos gracias a mecanismos como plataformas de cambio de divisa y cuentas bancarias de libre convertibilidad.
Si el BCV permitiera que el tipo oficial se igualara al tipo del mercado negro, no resolvería el problema de devaluación, pero eliminaría la distorsión causada por los tipos de cambio duales.
Hoy, la población también tiene más experiencia navegando entornos cambiarios volátiles y una inflación más alta, y ha desarrollado estrategias para sobrevivir lo mejor que pueden.
¿Qué podemos esperar en 2025?
Dada la situación actual, hay pocas razones para esperar grandes cambios a corto plazo. La incapacidad del BCV para suministrar suficientes dólares al sector bancario para contener el tipo de cambio ha sido evidente durante meses, especialmente a medida que la demanda de divisas aumenta en tiempos de incertidumbre.
Las herramientas de protección alternativas que una vez ofreció el BCV, como los bonos de cobertura, también se han vuelto más escasas, ya que son costosas para el Banco Central y han dejado de renovarse. Esto ha enviado una gran cantidad de bolívares de vuelta a circulación, con personas tratando de convertirlos en dólares.
El BCV también parece poco probable que adopte la solución más sencilla para corregir la distorsión causada por la brecha cambiaria: permitir que el tipo de cambio oficial flote libremente. Es importante reconocer que los venezolanos enfrentan dos problemas diferentes: la devaluación continua del bolívar y la disparidad entre los tipos de cambio oficial y del mercado negro. Si el BCV permitiera que el tipo oficial se igualara al tipo del mercado negro, no resolvería el problema de devaluación, pero eliminaría la distorsión causada por los tipos de cambio duales. Por ahora, eso no parece estar en las cartas. Se espera que el BCV continúe ajustando el tipo oficial de manera controlada, lo que significa que el país seguirá viviendo con una brecha que fluctúa entre el 20% y el 50%.
¿Cómo podría una posible reducción o suspensión en las exportaciones de petróleo afectar todo esto?
Las exportaciones de petróleo son la principal fuente de ingresos extranjeros de Venezuela, por lo que cualquier interrupción en ese flujo impactará negativamente la disponibilidad de dólares a nivel nacional. Con EE. UU. suspendiendo licencias específicas y amenazando con imponer aranceles a los países que compren petróleo venezolano, muchas de las puertas para el crudo venezolano se están cerrando.
A finales de marzo, el tipo de cambio no oficial había aumentado un 160% interanual, mientras que el tipo oficial había subido un 91%—ambos muy por encima del ritmo de 2024.
Como resultado, PDVSA tendrá que redirigir ese petróleo a otros mercados, como Asia, donde los compradores probablemente demandarán descuentos significativos—entre el 20% y el 30% por debajo de los precios de mercado, como ha sucedido antes. Además, con socios como Chevron abandonando, PDVSA tendrá que encontrar nuevos aliados para mantener sus volúmenes de exportación o intentar hacerlo por su cuenta, lo que presenta grandes desafíos.
Un posible factor compensatorio es que algunas de estas licencias incluían acuerdos de pago de deuda con petróleo. Si estos son suspendidos, Venezuela no tendrá que seguir enviando petróleo para saldar deudas, liberando más barriles para uso comercial. Sin embargo, esto no será suficiente para compensar las pérdidas de ingresos por producir y vender menos petróleo a precios más bajos.
¿Estamos en riesgo de regresar a la hiperinflación?
Después de lograr los mejores números de inflación y devalucación en casi una década durante 2024, está claro que 2025 traerá una aceleración renovada de ambos indicadores. A finales de marzo, el tipo de cambio no oficial había aumentado un 160% interanual, mientras que el tipo oficial había subido un 91%—ambos muy por encima del ritmo de 2024. Se espera que la inflación siga una trayectoria similar, regresando probablemente a cifras de tres dígitos.
Dicho esto, no será suficiente para sumir a Venezuela nuevamente en la hiperinflación. Aun así, generará una incertidumbre significativa para individuos y empresas, con consecuencias claras para su poder adquisitivo.
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